Así como la cantidad y extensión de este tipo de siniestros ha aumentado exponencialmente en los últimos 50 años, también lo ha hecho el daño en la biodiversidad. Y ante los pronósticos de un verano 2020 difícil, vale hacerse la pregunta sobre cómo hacerles frente.
Los incendios forestales en Chile han ido en aumento en los últimos años y en escalada, en cuanto su extensión, intensidad y daño causado.
De hecho, según los datos de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) en el último medio siglo la cantidad de incendios ha aumentado más de 17 veces, pasando de los 435 focos a más de 7.129, e incrementando enormemente la superficie dañada, desde las 19.600 a 80.064 hectáreas (ha) consumidas en 2019 -eso sin contar las casi 500 mil ha que fueron arrasadas en el verano de 2017- con un daño nacional histórico sin precedentes, impactando principalmente los ecosistemas donde habitan diversas especies de flora y fauna.
“Todas las especies que componen la biodiversidad de un determinado ecosistema bajan significativamente después de un incendio y, con el tiempo, puede volver a valores iniciales si los procesos naturales de recuperación no son afectados por otras causas, o si bien, son asistidos para asegurar su éxito. Sin embargo, en algunos casos las pérdidas pueden ser irrecuperables”, explica Rafael García, científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Laboratorio de Invasiones Biológicas de la Universidad de Concepción.
“Más allá de las diferencias en las adaptaciones entre la flora y la fauna para evadir o soportar el fuego, el mayor cuidado debe estar en aquellas especies de plantas y animales cuya distribución actual está limitada a pequeños fragmentos de bosques aislados, en donde los incendios pueden ocasionar extinciones locales o la pérdida definitiva de una especie en su hábitat natural”, agrega.
En Chile central, por ejemplo, hay especies emblemáticas a nivel nacional como el ruil (Nothofagus alessandrii) y el queule (Gomortega keule), también especies menos conocidas pero igualmente importantes como el palote de Camosseight (Paraxeropsis Camousseight), o el lagarto gruñidor de valeria (Pristidactylus valeriae).
Al respecto, Andrés Meza, ingeniero forestal y Coordinador Nacional del Programa de Restauración Ecológica de Conaf señala que “los incendios tienen un comportamiento muy heterogéneo en el territorio, así como en los efectos y daños reales. Esto está directamente relacionado con el nivel de intensidad del incendio y las características del medio natural en cada sitio. Por esta razón, las decisiones d restauración deben tomarse en base a la información de cada caso, para centrarse en las zonas más intensamente afectadas que tienen menor posibilidad de respuesta al daño.
El experto agrega: “la restauración ecológica es por definición un proceso de largo plazo que se inicia con acciones destinadas a apoyar la reacción del medio natural a una determinada alteración”.
Si bien el impacto en la biodiversidad es enorme, hay especies que tardan menos tiempo en recuperarse. Aunque la rapidez del proceso dependerá principalmente de la intensidad del incendio y del estado de conservación del bosque antes del incendio.
“Si la intensidad es muy alta, la capacidad de recuperarse es más baja. Del mismo modo, si el bosque ya se encontraba degradado es muy poco probable que vuelva a las condiciones anteriores al incendio. En general, la vegetación responde rápidamente después del paso del fuego. A la primavera siguiente las hierbas colonizan los sectores quemados y, entre cinco y diez años después de un incendio de baja o media intensidad, las diferencias con un bosque que no ha sido quemado son bajas”, explica el científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
La rapidez con que se regenera un bosque afectado por el fuego, depende de la intensidad del incendio y del estado de conservación del bosque antes de éste.
Asimismo, García explica que los bosques más propensos a los incendios son aquellos de menor tamaño, con menor cobertura arbórea y mayor proporción de hierbas y arbustos exóticos.
Por lo mismo, las mayores amenazas para la recuperación de estos bosques –dice el científico del IEB- no sólo pasa por la probabilidad de quemarse nuevamente, también están expuestos a “la entrada de ganado que limita la regeneración de la vegetación nativa, y favorece la colonización de hierbas exóticas a través de sus fecas, además de las acciones de aprovechamiento de los árboles quemados para leña o madera que, en la mayoría de los casos, siguen vivos pese a tener su follaje y corteza chamuscados”, afirma.
Trabajo con las comunidades
Los incendios forestales no solo afectan la naturaleza, también a las personas y sus comunidades. Considerando este aspecto en un esfuerzo común entre la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y la Corporación Nacional Forestal (Conaf) se está implementando el proyecto “Piloto de Innovación Territorial en Restauración Post Incendio para la Región del Maule 2017-2020”, en la localidad de Rastrojos en la comuna San Javier. Este busca fortalecer la resiliencia frente a futuros desastres, incluyendo la prevención y la diversificación productiva de esta comunidad campesina de la región del Maule.
Además, para apoyar las actividades de restauración y de educación ambiental se elaboró el “Cuaderno de Identificación de Flora local”, que incluye 21 especies nativas presentes en la localidad de Rastrojos, tales como espino, boldo, quillay, maqui, entre otras. “El cuaderno que fue elaborado en conjunto con la comunidad local, fue entregado a los vecinos y estudiantes en una ceremonia realizada en la escuela rural del sector. La presentación de este libro es un hito relevante del proyecto, que busca justamente crear territorios más amigables y sustentables, que den respuestas a las necesidades de sus habitantes”, señala el Coordinador del Programa de Restauración Ecológica de Conaf, Andrés Meza.
Este tipo de iniciativas toman relevancia tomando en cuenta que, según las proyecciones del Ministerio de Agricultura, nuestro país enfrentará una difícil temporada de incendios forestales este verano, ya que se estima que el fuego podría quemar hasta 120.000 hectáreas.
Las principales causas son principalmente el cambio climático, la falta de políticas públicas y la prevención.
“La relación entre cambio climático y el aumento de incendios es innegable. En Chile central se observa una tendencia a disminuir las precipitaciones y a un aumento de las temperaturas. La mega sequía que ha experimentado la zona central en la última década, ha generado variados problemas socioambientales, con veranos cada vez más calurosos y secos que hacen disminuir la humedad dentro de los bosques, aumentan las superficies de vegetación seca como la hierbas, aumentando así, las probabilidades de ignición y la velocidad de propagación de los incendios forestales”, señala el científico del IEB, Rafael García.
Se estima que el fuego podría quemar durante este verano hasta 120.000 hectáreas de bosques.
Por su parte, el experto de Conaf, Andrés Meza, explica que “hay una necesidad urgente de fortalecer el trabajo conjunto de actores de la comunidad. En este esfuerzo hay actores públicos y privados que deben aportar los recursos (materiales y humanos) para fortalecer las capacidades en el territorio. Hay que superar la idea de que enfrentar esta amenaza es solo responsabilidad del Estado, que por cierto la tiene y de manera importante. Pero este fenómeno nos pone ante un desafío mayor que requiere muchas más voluntades, especialmente de aquellos que intervienen en la planificación, gestión y/o uso de los territorios”.
En este sentido, Meza es enfático en que se requiere enfocar los esfuerzos en la educación para la prevención de los incendios forestales a todo nivel, no sólo a la comunidad, sino que también a las empresas, que deben asumir un compromiso mayor con los territorios.
Planes para la prevención y el combate
Para cumplir con estos objetivos, en pasado octubre el Presidente Sebastián Piñera lanzó el “Plan Nacional de Prevención y Combate de Incendios Forestales” para la temporada 2019/2020, que considera el mayor desembolso de recursos de la historia de Chile.
Entre el sector público y privado se destinarán cerca de $120 mil millones para combatir el fuego. El programa considera 2.515 brigadistas disponibles para el combate de incendios, distribuidos en 238 brigadas entre Atacama y Magallanes, a los cuales se sumarán 3.400 brigadistas del sector privado. A la vez, se contará con una flota total de 107 aviones y helicópteros.
Desde el punto de vista de las políticas públicas, el gobierno pasado elaboró la “Política Forestal 2015-2035” con metas de restauración del patrimonio forestal deteriorado, erosionado o fragmentado, y que pone énfasis en las pequeñas y medianas propiedades.
Asimismo, existen compromisos internacionales en el ámbito de la restauración ecológica en las áreas protegidas del Estado, a través de la Contribución Nacional Determinada (NDC) de Chile, instrumento definido por el Acuerdo de París de 2015, durante la COP21 de Francia, comprometiendo el manejo sustentable y recuperación de bosques nativos al año 2030.
“Sin embargo, no será posible avanzar en el cumplimiento de estas metas sin resolver urgentemente las fallas estructurales y sistémicas que impiden el desarrollo e implementación armónicos de los mecanismos de planificación territorial, y su respectiva regulación, para el uso de los territorios”, dice Andrés Meza de Conaf.
Por otra parte, los análisis realizados por Conaf demuestran que un alto porcentaje de los incendios forestales es producido por la acción intencionada o accidental de las personas como las dos primeras causas detectadas. Asimismo, las actividades de distinta índole que se realizan en el medio rural generan también un importante número de incendios cada año.
El paso más complejo es elaborar un plan de prevención con un enfoque ecosistémico, en el cual se insertan los paisajes naturales, urbanos, de cultivos forestales y agrícolas que se van mezclando.
Para Rafael García, científico del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Laboratorio de Invasiones Biológicas de la Universidad de Concepción “la prevención de incendios tiene un presupuesto muy inferior al del combate actualmente. La educación acerca del mal uso del fuego y las consecuencias sociales y ambientales de los incendios debieran ser parte del currículum escolar. Por otro lado, deberían aumentar los esfuerzos para tener reuniones de trabajo periódicas con las comunidades urbanas y rurales que viven en zonas de riesgo de incendios, con charlas e intercambio de experiencias en el manejo de la vegetación y de las áreas cercanas a viviendas para disminuir la propagación del fuego a sus casas”.
Según los expertos, el paso más complejo es llegar a una prevención con un enfoque ecosistémico, en el cual se insertan los paisajes naturales, urbanos, de cultivos forestales y agrícolas que se mezclan y que requieren un manejo diferenciado.
“Debieran existir herramientas que permitan recuperar y restaurar aquellas zonas quemadas, para evitar que vuelvan a convertirse en sectores ideales para la generación y propagación de nuevos incendios. Deben ser restaurados a la vegetación nativa propia del sector promoviendo la heterogeneidad en composición y estructura que permita tener ecosistemas más sombríos y húmedos, y más resilientes a la acción del fuego. De esta forma la restauración de las zonas quemadas no solo permite recuperar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos asociados a ella, si no también se transforma en una herramienta de prevención de nuevos incendios”, enfatiza García.
Fuente: www.latercera.com