El jardín que se volvió laboratorio

El jardín Parque de Los Reyes recibió a las investigadoras Katia Soto y Rocío Muñoz, quienes adentraron a los niños en los secretos de la microbiología y la hidroponía.

Fue una mañana diferente la de este viernes 6 de septiembre a pocas cuadras del Parque de Los Reyes, en el jardín infantil del mismo nombre. A partir de las 11.30, el patio y una de sus salas se transformaron en dos improvisados laboratorios, en donde 23 pequeños científicos analizaron bacterias y crearon maceteros hidropónicos. La actividad, guiada por la microbióloga Katia Soto y la ingeniera agrícola Rocío Muñoz, fue parte de la iniciativa 1000 Científicos, 1000 Aulas —del Programa Explora de CONICYT—, que lleva a investigadores de primer nivel a las salas de clases de todo el país, y que en el último tiempo también ha llegado a los jardines infantiles: el año pasado, cerca de 60 charlas se realizaron en ellos.

Durante la actividad, los 23 alumnos del jardín infantil participaron en las charlas “Un viaje entre los miedos y nuestro universo bacteriano” y “Mis primeros pasos en hidroponía”, ante la mirada de las subsecretarias de Ciencia, Conocimiento, Tecnología e Innovación, Carolina Torrealba, y de Educación Parvularia, María José Castro. Con su presencia, las autoridades reforzaron el interés manifestado por ambas carteras de transformar a las ciencias, de cara al futuro, en uno de los pilares fundamentales de la educación preescolar en Chile.

La subsecretaria de Ciencia, Conocimiento, Tecnología e Innovación, Carolina Torrealba, fue parte de la actividad.

—Sabemos que los niños aprenden jugando y parte de eso viene de la experimentación, de hacerse preguntas sobre lo que pasa frente a sus ojos —complementa Castro—. Los niños son científicos naturales, ya que siempre están creando cosas, por lo que este tipo de actividades apuntan a potenciar futuras habilidades en estas materias.—Con este tipo de experiencias, se busca fomentar el interés en actividades basadas en las ciencias, que en esta etapa son motivadas por la curiosidad infantil —comenta Torrealba—. Es por esto que queremos llevar científicas y científicos a más establecimientos, para que hablen de su trabajo y puedan elaborar experimentos para estos niveles de educación.

Las autoridades y los alumnos se dividieron en dos grupos. Uno liderado por Katia Soto, doctora en Ciencias Biomédicas e investigadora de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien les habló a los niños sobre los diminutos seres que habitan dentro de nosotros: los millones de microorganismos que ayudan al cuerpo en todas sus funciones, y que incluso están, comentó, en nuestros dedos. Entonces, le pidió a su entusiasta público que marcara sus huellas dactilares en placas de vidrio y, con un microscopio conectado a un proyector, analizaron los seres que cada uno tenía en su propia piel.

—Por eso, cada vez que abracen a sus papás no solo les estarán dando cariño —dijo Soto, para culminar—, sino que también parte de su universo bacteriano.

En paralelo, la charla “Mis primeros pasos en hidroponía”, a cargo de Rocío Muñoz, recorrió los principios esenciales de la botánica, del cultivo de suelos y de la fisiología vegetal. Luego de una exposición sobre tipos de árboles, plantas y ecosistemas, la ingeniera agrícola —especialista en zonas áridas— les entregó a los niños botellas plásticas desechables, para que las rellenaran con tierra, vermiculita y algunas pequeñas plantas, consiguiendo una estructura hidropónica sencilla y de riego automático. Con este ejercicio, Muñoz quiso demostrar lo fácil que es cuidar y fomentar la flora en nuestro ecosistema.

“No hay científico que no juegue en un laboratorio, tal como lo hace un niño. El proceso del ser humano para surgir, aprender y entender su entorno tiene que ver con la experimentación”, dice la investigadora Rocío Muñoz.

La ingeniera agrícola aseguró que el objetivo de ingresar a un aula preescolar es mostrarle a los niños que la realidad puede ser analizada de distintas maneras. Además, dijo, es un lugar en donde la ciencia está en su estado primigenio: el juego.

—No hay científico que no juegue en un laboratorio, tal como lo hace un niño —dice Muñoz—. Uno juega cuando investiga una inquietud. Lo hacemos desde siempre, desde cuando metemos los dedos en el enchufe y nos enteramos que es una mala idea. El proceso del ser humano para surgir, aprender y entender su entorno tiene que ver con la experimentación.

La microbióloga Katia Soto, junto a los alumnos del jardín Parque de Los Reyes.

 

Por su parte, la directora del jardín infantil Parque de los Reyes, María Elena Barra, se mostró agradecida por recibir a 1000 Científicos, 1000 Aulas en su establecimiento, y señaló que esto abría la posibilidad de potenciar nuevos escenarios para sus párvulos.

—Todo lo que se hace en un jardín es a partir de la exploración, de brindar escenarios que tengan facilidades de aprendizaje, y las actividades científicas son significativas al trabajar desde el contacto directo —dice Barra—. Además, fue muy importante que vinieran Katia y Rocío, porque así los niños descubren que ser científico es algo transversal, no masculino, como a veces se cree. Ahora saben que pueden llegar a esa profesión.

Texto: Marcelo Salazar

Fuente: www.explora.cl