El Dr. Rodrigo del Río es Biólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su formación la desarrolló bajo la tutela del Dr. Rodrigo Iturriaga, con quien realizó su unidad de investigación de pregrado y luego, su doctorado. En esta unidad trabajó por algunos años, tiempo en el cual estudió a los quimiorreceptores, neuronas que se alojan fuera del sistema nervioso central y que tienen una importante función en la mantención de los niveles arteriales de oxígeno y CO2.
“Tanto en el programa de doctorado como en mi postdoctorado, comencé a indagar en el rol del cerebro en la fisiología cardiovascular y respiratoria”, indica el académico de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
En Estados Unidos, el Dr. Del Río pudo comprender lo que sucedía con estos pacientes. Allí detectó que sufren un aumento en la actividad simpática, lo que es perjudicial en términos cardiovasculares. “La tasa de vida es mucho menor en estos pacientes, y existe una correlación en este aspecto, ya que mientras más activada esté el área simpática, más posibilidades de fallecer tiene el paciente. En paralelo, la mayoría de quienes poseen insuficiencias cardíacas, tienen un desorden del ritmo ventilatorio. Nosotros normalmente ventilamos muy parejo durante el día, a no ser que hagamos ejercicio. Sin embargo, nuestra respiración basal, es bastante constante. En ese sentido, los pacientes con insuficiencia cardiaca mantienen oscilaciones en su respiración en todo momento”, explica.
Según palabras del Dr. Rodrigo del Río, los pacientes pueden estar sentados o en reposo y comienzan a experimentar este estado de oscilación, lo que genera un episodio de caída del oxígeno arterial, produciéndose un aumento del CO2. Bajo este escenario, todo el proceso de recuperación se debe a la activación de toda la red neuronal, la cual trata de ordenar y mantener la estabilidad. Es importante aclarar que todos los pacientes que describen este tipo de fenómenos tienen un mayor porcentaje de mortalidad.
“Me interesé mucho en comprender cómo se puede entrelazar el rol cerebro con los procesos regulatorios del corazón y las funciones ventilatorias de nuestro organismo, las que muchas veces, pueden causar complejos cuadros fisiopatológicos. Fue allí cuando comencé a estudiar estos núcleos del cerebro, relacionados con la mantención y progresión de la patología. De esta forma, comenzamos a eliminar selectivamente estos tipos de neuronas con herramientas muy tecnológicas, ocupando técnicas como la optogenética y la quimiogenética. El propósito de estos experimentos es muy importante, ya que, si somos capaces de apagar selectivamente estas neuronas, podríamos mejorar las expectativas de vida de los pacientes”, enfatiza.
En la actualidad, el equipo del Dr. Del Río, cuenta con herramientas de laboratorio que le permiten activar e inhibir neuronas y glías asociadas al sistema nervioso simpático. Esto lo pueden desarrollar tanto en fase crónica como aguda. “Como la insuficiencia cardiaca es una patología crónica, a nosotros nos interesa más esta área. En ese sentido, los fenómenos pueden ser crónicos desde el punto de vista de revertir o de disminuir la progresión de la patología. Dentro de este aspecto, si inhibimos una neurona que es simpática del bulbo raquídeo, que proyecta hacia el corazón, el modelo in vivo prolonga su sobrevida. Esto sin tocar ese órgano”, explica el académico.
En ese sentido, el biólogo explica que el corazón sigue estando en falla cardiaca a pesar de que se inhiban tales neuronas, ya que existe una hipertrofia del tejido. “Hemos tratado de eliminar el problema asociado al infarto y para ello ocupamos otro modelo. Bajo este escenario, nosotros habíamos publicado un par de años atrás, un artículo que indicaba que manipulando la red neuronal se prolongaba la vida en animales infartados, sin embargo, siempre nos quedó la duda si la muerte celular asociada al infarto contribuia a los fenómenos que observabamos. Entonces nos cambiamos a un modelo que aumenta el volumen de sangre que llega al corazón, por lo tanto, este órgano siempre está hipertrófico y no se puede modificar, dada la naturaleza mecánica del estímulo. Finalmente, prolongamos la vida en estos animales, y nos dimos cuenta de que el modelo ‘cardiocéntrico’ no respondía todas las interrogantes vinculadas con esta fisiopatología”, explica.
Más allá de los conocidos efectos de las enfermedades neurodegenerativas
Tanto el Dr. Del Río como su equipo están impulsando y fortaleciendo la concepción de que las patologías humanas son complejas, y que, a diferencia de la mayoría de los modelamientos preclínicos (enfocados en algo específico), hay que abrir el abanico de posibilidades. Es por ello, que el académico ya tiene evidencia de que pacientes con enfermedades neurodegenerativas tienen alteraciones cardiovasculares y respiratorias y vice-versa.
“Los pacientes con enfermedades cerebrales finalmente no fallecen por esa patología, sino por fallas sistémicas en sus sistemas cardíacos y/o respiratorios. En nuestro laboratorio comenzamos con una línea de investigación bastante fuerte que estudia estos fenómenos en poblaciones que normalmente no hubiesen sido reclutadas para un estudio cardiovascular. De esta manera, estamos expandiendo el concepto de que el cerebro a través del sistema nervioso autónomo puede contribuir al continuo deterioro funcional en situaciones patológicas”.
Hace unos dos años el equipo del Dr. Del Río, comenzó a realizar estudios en humanos en el Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes (CEBIMA), los cuales no han sido en patologías cardiacas precisamente, por ejemplo en niños (0 – 24 meses) que presentan problemas relacionados con el hipertono muscular. “Ahora sumamos accidente cerebrovascular y la enfermedad de Parkinson al estudio, y esperamos que dentro de un tiempo podamos trabajar con pacientes con Alzheimer. Con esta observación queremos analizar qué pasa con el sistema autonómico de estos individuos”, finaliza el académico e investigador del CEBIMA.
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Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®
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El Fondo de Farmacia (Fofar) es un programa gratuito para todos los afiliados a Fonasa que financia la cobertura de medicamentos para las tres enfermedades crónicas no transmisibles más comunes en la población chilena: hipertensión, diabetes mellitus tipo 2 y colesterol alto (dislipidemia).
Esta iniciativa incluye la incorporación de químicos farmacéuticos al sistema como una manera de aportar en la adherencia al tratamiento, ya que ellos revisan la medicación, realizan atención farmacéutica y seguimiento farmacoterapéutico, además de la educación a los pacientes y las charlas sobre uso racional de medicamentos, por lo que de ser necesario se puede acudir a ellos para saber cómo, cuándo y para qué tomar cada uno de estos remedios.
Para acceder al beneficio, basta con estar inscrito en un consultorio, ingresar como paciente al programa cardiovascular, acudir a todos los controles y asistir en la fecha que se le indica en la Unidad de Farmacia a retirar sus medicamentos.
De acuerdo a Catalina Lemus, química farmacéutica del Servicio de Salud Metropolitano Occidente, en caso de que un medicamento no esté disponible, el paciente o familiar debe notificarlo en la Oficina de Informaciones, Reclamos y Sugerencias (OIRS) o llamar a Salud Responde al 600 360 77 77 y en 24 horas hábiles le entregarán su remedio.
En total, este fondo financia la compra de 15 medicamentos divididos por enfermedad:
Hipertensión:
1. Amlodipino 10mg
2. Amlodipino 5mg
3. Atenolol 50mg
4. Carvedilol 25mg
5. Enalapril 10 y 20mg
6. Espironolactona 25mg
7. Furosemida 40mg
8. Hidroclorotiazida 50mg
9. Losartan 50mg
10. Nitrendipino 20mg
11. Propanolol 40 mg
Diabetes:
1. Ácido Acetilsalicílico 100mg
2. Glibenclamida 5mg
3. Metformina 850mg
Colesterol alto (dislipidemia)
1. Atorvastatina 10 y 20mg
La edición genética, una técnica desarrollada durante años y que se hizo mundialmente conocida por la supuesta manipulación de genes en dos bebés, ahora llega a la atención internacional, pero desde otra perspectiva. Recientemente un grupo de quince científicos publicó una carta en la revista Science para solicitar que los bosques certificados puedan incluir ejemplares con esta tecnología. En la misiva, los investigadores -entre los que se encuentra la bioquímica de la Universidad de Chile y académica de la Universidad de Concepción, Sofía Valenzuela- solicita a la certificación internacional “revisar y modificar” las políticas que excluye a los árboles genéticamente editados.
De aprobarse la petición ingresada por estos científicos, liderados por Steven Strauss, de la Universidad de Oregón, se podría incluir especímenes modificados en las más de 500 millones de hectáreas que están dentro del sistema más grande de certificación de bosques, un terreno que representa cerca del 13% de los bosques del mundo.
La certificación de bosques, según detalla el Departamento Forestal de la Organización de Alimentos y Agricultura (FAO) de las Naciones Unidas, consiste en un proceso voluntario que indica “la calidad en el manejo y producción” de estas áreas, que permite informar a los consumidores sobre “la sustentabilidad de los bosques desde donde son generados los productos forestales y es sacada cierta madera”. Ante esto, los científicos argumentan que los árboles tratados con ingeniería genética podrían generar contribuciones importantes al manejo sustentable de bosques en todo el mundo, especialmente en tiempos como los actuales en que se ven afectados por plagas o las consecuencias del cambio climático. “Para enfrentar los desafíos actuales, debemos utilizar todas las herramientas que están disponibles”, escriben los científicos en la carta publicada, agregando que “la investigación en edición genética de árboles debería ser inmediatamente permitida en territorios certificados y todas las formas que sean demostradas, -con investigación científica- de entregar un valor a los bosques, permitidas en aquellos terrenos certificados”.
Algunos impactos, tal como el aumento de la temperatura oceánica, se encuentran actualmente en progreso, pero otros se esperan que ocurran dentro del próximo siglo.
Los investigadores dentro de un grupo específico de genes pueden aumentar o disminuir el riesgo de una persona de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, informaron los investigadores el 14 de agosto en Science Translational Medicine . Los autores analizaron el ADN de 813 adultos mayores y tomaron muestras de su líquido cefalorraquídeo en busca de TREM2 soluble, una proteína que ayuda a las células inmunes en el cerebro a eliminar el exceso de proteína amiloide y tau. Descubrieron dos patrones distintos de mutación en el grupo de genes MS4A , previamente relacionado con la enfermedad de Alzheimer. Una variación se relacionó con bajos niveles de TREM2 soluble y un alto riesgo de desarrollar la enfermedad, la segunda con altos niveles de TREM2 y un bajo riesgo.
“Hemos proporcionado una fuerte evidencia de un vínculo biológico entre TREM2 y las proteínas en el grupo de genes MS4A “, dice la coautora Laura Piccio, neuróloga de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, en un anuncio . El hallazgo apunta a un nuevo objetivo para futuros tratamientos de Alzheimer, dice ella.
Y. Deming et al., “El grupo de genes MS4A es un modulador clave del TREM2 soluble y el riesgo de enfermedad de Alzheimer”, doi: 10.1126 / scitranslmed.aau2291, Sci Transl Med , 2019.
Nicoletta Lanese es pasante en The Scientist . Envíele un correo electrónico a nlanese@the-scientist.com.
Un proyecto de ley busca fijar “el uso de diversos estándares UTC para regular la hora oficial en el territorio nacional”, el cual aún se encuentra en primer trámite constitucional.
La iniciativa, impulsada hace casi un año por los parlamentarios Guido Girardi (PPD), Francisco Chahuán (RN) y los PS Álvaro Elizalde y Rabindranath Quinteros, pretende instaurar como hora oficial del país -exceptuando la Isla de Pascua y la isla Salas y Gómez- la zona horaria UTC-5 (Tiempo Universal Coordinado), la misma de Lima, Perú.
Dentro de los argumentos que defiende el proyecto, el principal señala que “El contar con un huso horario desfasado de lo que geográficamente nos corresponde trae consigo consecuencias negativas sobre nuestra fisiología, y por ende, nuestra salud, así como también en términos de rendimiento y seguridad, entre otros, lo que finalmente afecta la calidad de vida de los chilenos y chilenas”.
Entre los efectos que se señalan están el aumento del riesgo de obesidad, diabetes e hipertensión, aumento en la depresión y en el consumo de tabaco, cafeína y alcohol y una exposición a mayor contaminación atmosférica al comienzo del día. Además, de un incremento en el ausentismo escolar.
La semana pasada se discutió esta iniciativa en forma general en el Senado y se acordó que regrese a las comisiones de Salud y Energía para nuevos informes.
Neurobiólogo John Ewer defiende mantención de un horario único durante todo el año
El doctor John Ewer, investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la U. de Valparaíso y experto en relojes biológicos, defendió este miércoles la idea de eliminar los cambios de horario en Chile, manteniendo un horario único. “Es un buen proyecto, porque está basado en la biología de los horarios“, señaló en conversación con Cooperativa en Ruta.
¿La razón? Actualmente no existe el ahorro de energía que en la década de 1970, un hecho que hasta hora justificó la implementación del sistema que mantiene los horarios “de invierno” y “de verano”.
Además, el cambio de horario de la primavera tiene efectos negativos sobre la salud y el desempeño de las personas. “Hay uan aumento entre 5 y 10 por ciento de ataques al corazónporque la gente está más estresada, y esas son muertes completamente evitables sin cambiar horario”, detalló el neurobiólogo.
Los investigadores están cada vez más interesados en la relación entre la presión arterial y la demencia. El estudio más reciente investiga cómo los patrones de cambio en la presión arterial durante décadas podrían influir en el riesgo.
En el estudio del envejecimiento podría estar la clave para retrasar o incluso eliminar la aparición de enfermedades de alta prevalencia en Chile, como la artritis, la diabetes, el párkinson y el alzhéimer.
El modo en que el cuerpo humano se deteriora está escrito en lo más profundo de sus células. Allí, luego de que nuestra especie evolucionara a lo largo de cientos de miles de años, se encuentra codificada la forma y el tiempo que nos toma envejecer. Porque el envejecimiento de un organismo, en esencia, es algo tan simple y complejo como eso: una sumatoria de procesos interrelacionados que determinan en qué momento y de qué manera comienzan a fallar sus células, órganos y sistemas. Por eso también ahí, en nuestro ADN, podría estar la clave para modificar estos procesos y extender la vida de los humanos.
—Hemos patentado muchas tecnologías que buscan revertir lo que ocurre en la vejez y las enfermedades relacionadas a ésta —cuenta Claudio Hetz, doctor en Ciencias Biomédicas y director del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile—. La idea es encontrar los genes y factores que dictan el envejecimiento natural de una persona, para evitar un envejecimiento patológico y aumentar la expectativa de salud.
Hetz, de 43 años, es parte del equipo de investigadores que fundaron el Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO), un centro Fondap dedicado exclusivamente al estudio del envejecimiento. Un área que ha cobrado especial relevancia en nuestro país, que para el 2050 tendrá un cuarto de su población sobre los 60 años, con proyecciones de salud preocupantes: se espera que, de las personas sobre 85 años, uno de cada tres desarrolle alzhéimer u otras demencias. La meta de la gerociencia es buscar maneras de extender la vida sana de las personas y retrasar o eliminar la aparición de patologías.
Christian González, doctor en Bioquímica y director de GERO, asegura que la duración natural de la vida humana debería llegar hasta los 116 años —en Chile, la expectativa de vida de la población llega hasta los 80 años—, pero las personas se enferman y mueren mucho antes, por distintas condiciones que llevan a una vejez patológica. Es el caso de las enfermedades neurodegenerativas, como el párkinson o el alzhéimer, en que la edad es el principal factor de riesgo. Lo mismo ocurre con enfermedades metabólicas como la diabetes o la hipertensión, que son más comunes en personas de la tercera edad.
—El envejecimiento comienza a ser patológico cuando tu organismo pierde la capacidad de responder a los estímulos, como el estrés o la inflamación —explica el bioquímico.
“Hemos patentado muchas tecnologías que buscan revertir lo que ocurre en la vejez y las enfermedades relacionadas a ésta. La idea es encontrar los genes y factores que dictan el envejecimiento natural de una persona, para evitar un envejecimiento patológico y aumentar la expectativa de salud”, dice Claudio Hetz.
En 2014, la comunidad científica internacional determinó los factores moleculares que llevan al cuerpo humano a morir, y definió siete causas del envejecimiento: la inflamación, la regeneración de células madres, el daño macromolecular, el estrés celular, el desequilibrio en las proteínas, el metabolismo y la epigenética (expresión de los genes). Cuando se produce una falla en alguno de esos factores, aparecen enfermedades como la artritis, diabetes, alzhéimer, demencia senil, párkinson e hipertensión arterial, entre otras. Lo que ocurre con la edad, cuenta Claudio Hetz, es que el cuerpo pierde sus equilibrios: ya no tiene la capacidad de eliminar proteínas tóxicas, ni de renovar los tejidos, y acumula células en estado senil, llamadas senoscentes. Además, comienza a auto-atacarse con inflamación crónica y enfermedades auto-inmunes, en donde el cuerpo agrede a las células sanas por error. Una cadena de acontecimientos moleculares que termina en la muerte.
—La gente que llega a vivir hasta cerca de los cien años son extremadamente sanos, casi todos mueren de súbito, no suelen tener enfermedades y probablemente nunca las van a desarrollar —dice González, director de GERO—. Al contrario de la mayoría de la gente, que por diferentes enfermedades se muere entre los 70 y 80 años.
—Hasta hace poco, se pensaba que la vejez era un decaimiento o desgaste natural del cuerpo. Hoy sabemos que el envejecimiento es un proceso biológico controlado, que está determinado por maquinarias moleculares, y lo que falla es la capacidad de mantener el equilibrio en las proteínas y el control de la energía —explica Hetz, quien también es científico asociado del Instituto Buck para la Investigación sobre el Envejecimiento, en Estados Unidos.
Desde hace dos décadas que estudia los procesos de deterioro del cuerpo humano, y sus avances más destacados han sido en enfermedades neurodegenerativas. De hecho, es considerado uno de los investigadores líderes en la carrera por generar tratamientos para la esclerosis lateral amiotrófica o ELA, la enfermedad que afectó al físico británico Stephen Hawking hasta su muerte, el año pasado, y que daña las neuronas motoras, paralizando el cuerpo.
La última investigación de Hetz fue publicada en mayo, ocupó la portada de la prestigiosa revista Nature Cell Biology, y comprueba la relación directa entre la las maquinarias celulares que producen la energía y las proteínas, dos factores que, cuando pierden su equilibrio, inciden directamente en el envejecimiento del cuerpo. Junto a un equipo de la Universidad de Chile, Hetz detectó que ambos procesos están regulados por un mismo sensor, lo que explica que en enfermedades como la diabetes los dos presentan fallas al mismo tiempo. La clave, entonces, sería alterar el sensor para que siga funcionando de manera correcta.
—Si logramos modificar farmacológicamente estos sensores, mataríamos dos pájaros de un tiro —dice el científico—, mejoraríamos el metabolismo, al poder regular la producción de energía y, además, estaríamos mejorando la producción de proteínas sanas.
Esos resultados, cree Hetz, permiten pensar en todas las patologías de la vejez como una sola cosa. La aparición de una enfermedad, explica, estaría ligada a la aparición de otra: los adultos mayores que tienen diabetes, por ejemplo, es probable que también desarrollen hipertensión. Ahora, lo que busca es comprender la conexión entre los distintos males que tienen como factor común la mitocondria, la central energética de la célula. Si logra entender cómo surgen estas patologías y cómo están interconectadas, se podrían tratar y prevenir.
—La raíz de la mayoría de las enfermedades crónicas es la vejez. Si conseguimos intervenir en ese proceso, lograremos extender el período de vida sana, y así disminuir la incidencia de todas las enfermedades cuyo principal determinante es el envejecimiento: el cáncer, la diabetes, los problemas cardiovasculares y metabólicos —asegura Christian González—. Si logramos que la población envejezca en mejores condiciones, sin patologías, quitaremos presión sobre los servicios sanitarios y las personas.
Hoy, un paciente que padece alzhéimer debe pagar cerca de 600 mil pesos mensuales en tratamientos y cuidados para su enfermedad. Es la tercera causa de muerte en adultos mayores chilenos, y en treinta años más habrá 550 mil personas afectados por ella, según datos del último Estudio Nacional de Dependencia y la Encuesta Nacional de Salud. Por eso, creen en GERO, el estudio de la vejez es un asunto vital para Chile, para el futuro de sus sistemas de salud y para la calidad de vida de sus habitantes.
“La raíz de la mayoría de las enfermedades crónicas es la vejez. Si intervenimos ese proceso, disminuiremos la incidencia de cáncer, diabetes, problemas cardiovasculares y metabólicos, y quitaremos presión sobre los servicios sanitarios”, dice Christian González.
—Estas enfermedades de la vejez son las que tienen el mayor peso económico para los países y las que tienen la mayor prevalencia —dice Claudio Hetz—. Queremos que la medicina no se enfoque en tratar enfermos, sino en que prolonguemos los períodos de buena salud. Lo que busca la Gerociencia no es solo vivir más, sino vivir más saludable.
Texto: Natalia Correa
Los investigadores que se apresuran después de las tormentas para estudiar el comportamiento de las arañas han descubierto que los fenómenos meteorológicos extremos, como los ciclones tropicales, pueden tener un impacto evolutivo en las poblaciones que viven en regiones propensas a las tormentas, donde las arañas agresivas tienen las mejores probabilidades de supervivencia.
Entrevista realizada a Dr. Aldo Gaggero en radio Pauta, 100.5 FM.
Se le destacó como investigador del ICBM, Facultad de Medicina, Universidad de Chile.