Una pandemia según la Real Academia de la Lengua es una “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región” y, agrega la OMS, que las personas infectadas no tienen inmunidad contra el agente infeccioso que la produce; esta palabra, que venimos escuchando con mayor frecuencia desde más de un año, a partir de la detección del primer caso de Coronavirus en Wuhan, China, en 2019, ha generado una de las mayores crisis sanitarias, económicas y sociales desde la gripe española en 1918, la asiática en 1957 o el mismo Jueves Negro de la Bolsa de Nueva York en 1929.
Si bien, muchas décadas han pasado desde los ejemplos mencionados anteriormente, y la investigación científica ha avanzado a grandes pasos en materias de Inmunología, Bioquímica, Microbiología, Genética Molecular y Biología Celular, disciplinas que han aportado enormemente a la medicina actual, el mundo quedó perplejo frente a una nueva cepa de coronavirus, SARS-CoV-2, la cual puso en jaque a los sistemas de cuidados intensivos de la mayoría de los recintos hospitalarios a nivel global. En Chile el escenario no fue distinto, llevando a la fecha más de 1.200.000 de casos confirmados y más de 27.000 fallecidos a causa de cuadros graves provocados por el patógeno.
Para comprender mejor lo que es este virus, conversamos con la Dra. María Inés Becker, destacada científica nacional, directora de investigación de la empresa Biosonda, presidenta de la Fundación Ciencia y Tecnología para el Desarrollo y académica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile.
“Los coronavirus son una extensa familia de virus, algunos de los cuales son patogénicos y causantes de enfermedades que no solo afectan a los seres humanos, sino también existen cepas que afectan a diversos animales incluyendo algunos muy cercanos como los perros y también animales silvestres. De hecho, desde hace años se dispone de vacunas para el coronavirus de canes. Esta asociación del virus con el mundo animal, fuera de los humanos, también se puede entender como el vínculo de la causa de esta pandemia vía un ejemplar silvestre, el cual tuvo contacto con un individuo en el cual fue capaz de replicar”, inicia.
Al contagiarse, el sistema inmune de las primeras personas afectadas no fue capaz de destruir el patógeno y comenzaron la propagación, proceso que se vio favorecido gracias a la naturaleza altamente patogénica y contagiosa del SARS-CoV-2; dichos atributos van evolucionando con el tiempo, ya que al replicar tan rápido, el virus fue mutando y, los cambios que afectan al ARNm de la proteína de la superficie viral (spike protein), que le permite ingresar a las células endoteliales, producen nuevas cepas, más contagiosas o letales que la original, tales como: la cepa británica (B117), mexicana (E484K), sudafricana (501Y.V2) y brasileña (P1). Si pensamos que al comienzo de la pandemia había escaso conocimiento de la biología del SARS-CoV-2 y carencia de una vacuna, este tuvo tiempo para infectar a miles de personas para cuando se empezaron a tomar las medidas preventivas de higiene, de aislamiento social y de diagnóstico masivo para aislar a los individuos contagiados y así evitar su propagación.
“Se conocían 4 cepas de coronavirus de carácter endémico antes de la pandemia, las que estaban permanentemente en nuestro entorno, causando resfriados leves, pero nunca nos enfrentamos a una cepa como el SARS-CoV-2 con tales características de infectividad y patogenicidad. En ese sentido, los virus han evolucionado junto con nuestro sistema inmune, el cual, al no verlo en la primera etapa de la infección, permite que este comience a replicar, lo cual también se debe a que el patógeno posee mecanismos para esconderse, esto es propio del proceso de evolución del virus, ya que, si nuestro sistema inmune lo pudiese matar de inmediato, solo con la respuesta inmune innata, no existirían y por eso se requiere la respuesta del sistema inmune adaptativo, son los linfocitos T y B los que finalmente lo pueden destruir y a esto contribuyen las vacunas. El problema de este virus y de otros como el sincicial, es que son detectados cuando ya han generado una descarga desregulada de citoquinas proinflamatorias que alteran el funcionamiento de todo nuestro organismo y, en este caso, especialmente el de las vías respiratorias.”, explica la Dra. Becker.
En general las vacunas para virus, están diseñadas considerando ciertas regiones proteicas (epítopos), los que son reconocidos por linfocitos B específicos, que producen anticuerpos y por receptores de linfocitos T, fundamentales para montar la respuesta inmune adaptativa, sin embargo, si estas secuencias mutan y cambian, todo lo que dicha respuesta inmune creó para destruir al virus ya no sirve. “El virus se hace más resistente, infecta a más personas y se van seleccionando cepas más infectivas, por ello es tan importante la vacunación, ya que es una manera de impedir que se vayan generando nuevas mutaciones”, enfatiza la académica.
Las vacunas que se conocen actualmente han ocupado técnicas tradicionales como virus inactivados o atenuados y también métodos innovadores y de última generación como las que usan el ARNm que codifica para regiones inmunogénicas de la Spike protein, sin embargo, se sigue trabajando intensamente en nuevas vacunas. En la actualidad hay más de 100 en desarrollo alrededor del mundo, las que, en general, apuntan a una inmunidad adaptativa con preeminencia de anticuerpos (IgG e IgM). Frente a esta situación la Dra. Becker cree que hay fortalecer el blanco. “Al ser un virus respiratorio, yo creo que las vacunas que vienen deben potenciar la inmunidad de mucosas, bucal y nasal, ya que una inmunidad de anticuerpos IgA en estas áreas evitaría que el patógeno profundice dentro del árbol respiratorio contribuyendo significativamente a evitar o disminuir la gravedad de la infección”, acota.
Finalmente, la Doctora en Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, considera que las vacunas históricamente han logrado controlar este tipo de episodios pandémicos, y que las industrias farmacéuticas y biotecnológicas de Norteamérica y Europa ha avanzado a pasos agigantados en cuanto al desarrollo de estas en asociación con centros universitarios. Sin embargo, para que esta industria crezca en nuestro país, la Dra. Becker indica que debe existir un mayor apoyo a la investigación científica en Chile, no solo en el discurso, y también un impulso decidido y sostenido al desarrollo de industrias biotecnológicas, lo cual crearía un ecosistema virtuoso reflejado en una mayor cantidad de científicos y científicas que puedan aportar con investigaciones y desarrollos innovadores y competitivos, los cuales se vean reflejados en aportes significativos al bienestar de la sociedad civil.
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Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®
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