La crisis sanitaria que atraviesa el mundo entero ha generado enormes complicaciones en diversos aspectos del desarrollo social. Economías a la baja, desempleo, precarización de las condiciones salariales y laborales, y sistemas de salud colapsados, son algunos de los escenarios que han marcado este primer semestre del año 2020, que para muchos será recordado como uno de los periodos más crudos del siglo XXI.
No ajenos a este escenario global, está el mundo de la tercera edad, el cual, en nuestro país, y según proyecciones creadas por el Instituto Nacional de Estadística, basadas en el último CENSO del 2017, podría superar el 11,9% del total de la población. Es decir, 2.260.222 adultos mayores en todo Chile.
Bajo este escenario, y considerando que la crisis sanitaria producto del virus respiratorio COVID-19 afecta con mayor índice de peligrosidad a los adultos mayores, las normas de distanciamiento social y confinamiento han sido más estrictas para este grupo etario. Por ejemplo, se han reportado casos de adultos mayores que llevan más de 5 meses sin poder salir de sus hogares, con nulo contacto físico con familiares y cercanos.
“Hay dos aspectos que son importantes con el tema del confinamiento. El primero tiene relación con la interrupción que un grupo de adultos mayores ha experimentado en cuanto a poder salir y realizar actividad física, causando un cambio abrupto en su cotidianeidad. Además de esta modificación en las rutinas y actividades cotidianas, este grupo que realizaba actividad física, acostumbrados a un estilo saludable, comienza a perder los efectos positivos que la actividad física ha demostrado tener sobre la forma como se envejece. Por lo tanto, en ellos el efecto del confinamiento es mayor que sobre aquellos que ya llevaban una vida sedentaria”, explica el Dr. Cristian González-Billault, director del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo de Chile (GERO).
A pesar de que la mayoría de las personas utilizamos plataformas online para comunicarnos y mantenernos vinculados, se ha visto que el contacto físico con personas significativas en el entorno genera un efecto protector para los adultos mayores, impactando positivamente en la manera de cómo envejecen. “En la gente que está obligada al confinamiento se pueden generar situaciones y sensaciones de estrés y, sabemos muy bien que el estrés es uno de los componentes que producen que las trayectorias de vida sean menos eficientes en tanto a la mantención de capacidades, evidentemente, como el grupo de adultos mayores es heterogéneo, no podemos saber a ciencia cierta si este será un efecto general y se deberá estudiar en el futuro el efecto del confinamiento junto a otras variables biológicas, medicas, sociales y económicas”, acota el además Profesor Titular de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile.
El plazo de estas negativas secuelas en nuestros adultos mayores dependerá de cada individuo, algunas personas empeorarán su vida, sin embargo, no se puede generalizar; posiblemente algunos abuelitos tendrán más riesgo de demencia que otros. “Personalmente creo que la autoridad ha infantilizado a un grupo de personas que tienen tanto la capacidad de ser autónomas, como también la capacidad de juicio. No hacemos que los menores se queden en sus casas para que las personas mayores puedan salir tranquilos, sino al revés. En ese sentido, considero que este grupo de ciudadanos debieron estar en la mesa social COVID-19 participando de la toma de decisiones. En el fondo, esta crisis sanitaria ha estado llena de decisiones que se toman por gente joven con respecto a lo que tienen que hacer los adultos mayores”, enfatiza.
Frente al nuevo escenario a distancia y las tecnologías que favorecen los momentos de encuentro, tales como “Zoom” o “Whatsapp”, el Dr. González-Billault señala: “Yo diría que todos tenemos la percepción que hay un grupo etario al cual se le hace más difícil alfabetizarse con respecto a la tecnología, sin embargo, y según estudios, esto no es tan así. En ese sentido, creo que el foco no debe estar en si el adulto mayor aprende o no a usar las tecnologías, sino en cómo quienes las generan, pueden crear interfaces que en lugar de ser cada vez más intuitivas, incorporen instrucciones simples y claras, que propicien nuevas capacidades en nuestros ancianos. Hay que buscar nuevas estrategias para que los adultos mayores puedan aprender sobre este nuevo mundo, el cual nos acompañará por largo rato”.
Gero en contexto de la pandemia
Actualmente en Gero se está desarrollando un estudio de cohorte con 300 sujetos mayores de 70 años, quienes serán monitorizados por un período de 3 a 8 años longitudinalmente. Dada la coyuntura sanitaria, se activaron protocolos a distancia, donde los profesionales se contactan con los pacientes por teléfono para recabar la información necesaria. “Con estos pacientes, evaluaremos la forma en que envejecen producto de esta pandemia, factor que consideraremos como determinante para explicar el resultado final del estudio. Por otro lado, estamos participando de iniciativas globales que nos ayuden a entender el efecto del confinamiento; uno de estos estudios, intenta entender el efecto del encierro sobre pacientes con Alzheimer, evaluando si tienen un empeoramiento.
El segundo estudio, se enfoca en los cuidadores, personas que muchas veces sufren de depresión, debido a la carga que implica consagrar sus vidas al cuidado de una persona que fue muy querida y que tiene capacidades cognitivas muy disminuidas; sumado a ese estrés cotidiano, está el hecho de que esos cuidadores no pueden salir de sus casas, por lo que deben estar 24/7 con sus familiares ancianos, en condiciones que antes, época pre pandemia, podían al menos, disponer de espacios para tiempo personal”, finaliza el académico y director de Gero.
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Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®
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