En el Parque Nacional Iberá en Argentina, dos especies de aves casi idénticas del tamaño de un reyezuelo viven una al lado de la otra, pasando sus días buscando los mismos tipos de semillas y anidando en los mismos tipos de lugares. Estas especies pueden reproducirse juntas con éxito, pero normalmente no lo hacen, por razones aparentemente triviales, acaban de descubrir los biólogos evolutivos. Las diferencias en el color del vientre y el canto parecen ser suficientes para evitar que las aves se apareen entre sí, generación tras generación.
Se trata de la nueva especie, Dromiciops bozinovici, recientemente descubierta y relegada al rango norte del país, bautizada en honor al destacado Premio Nacional de Ciencias Naturales (2020) Francisco Bozinovic, Académico de la P. Universidad Católica de Chile y coautor de la publicación.
Alicia Hoffmann, Juan Armesto y Paloma González, son los autores de la segunda edición de “Ecología, Conocer la Casa de Todos”, un texto del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, dirigido a todo público.
Inspirado en el mapudungún, Rayenia malalcurensis es el nombre que dieron a este arbusto endémico que crece entre las rocas de granito del sector precordillerano. El estudio, publicado en la revista Phytotaxa, y realizado por una agrónoma y dos científicos, describe una nueva especie y género de planta que se encontraría en peligro crítico de extinción, demostrando la necesidad de proteger las zonas donde se encuentra.
Comprender y aprender del pasado para entender e impactar el presente y procurar construir un mejor futuro es una de las premisas en las que se sustenta la trascendencia del estudio de la historia. Pero, no es exclusiva a esta ciencia social, también guía muchas investigaciones de las llamadas ciencias duras, como las que se enfocan en los procesos evolutivos. Eso cree Pedro Victoriano, profesor titular del Departamento de Zoología de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción, donde es investigador del Laboratorio de Microevolución y Ecología de Vertebrados y uno de los administradores de la Estación de Investigación en Ecosistemas de Montaña (Esiem).
La pérdida de biodiversidad ante el cambio climático es una preocupación mundial creciente. Otro factor importante que impulsa la pérdida de biodiversidad es el establecimiento de especies invasoras, que a menudo desplazan a las especies nativas. Un nuevo estudio muestra que las especies pueden adaptarse rápidamente a un invasor y que este cambio evolutivo puede afectar la forma en que se enfrentan a un clima estresante.
Un nuevo estudio publicado en Nature Communications sugiere que la extinción de los mamíferos más grandes de América del Norte no fue impulsada por la caza excesiva de poblaciones humanas en rápida expansión luego de su entrada en América. En cambio, los hallazgos, basados en un nuevo enfoque de modelado estadístico, sugieren que las poblaciones de grandes mamíferos fluctuaron en respuesta al cambio climático, con disminuciones drásticas de las temperaturas hace unos 13.000 años iniciando el declive y la extinción de estas criaturas masivas. Aún así, los humanos pueden haber estado involucrados de formas más complejas e indirectas de lo que sugieren los modelos simples de caza excesiva.
Hace casi 700 años, Jacob van Maerlant, un poeta holandés, imaginó un pez listo para vivir en la tierra: le habían brotado brazos para izarse a tierra. Ahora, tres estudios genéticos hacen que su fantasía parezca notablemente profética. Juntos, los estudios sugieren que, en términos de genes, los precursores acuáticos de los animales terrestres de cuatro extremidades, o tetrápodos, estaban tan bien preparados como los peces fantasía holandeses. Estaban pre-equipados con genes que podían convertirse en miembros, pulmones eficientes para respirar aire y sistemas nerviosos sintonizados con los desafíos de la vida en tierra.
En regiones como la de Valparaíso y el Maule, el mes que acaba de finalizar se convirtió en el más lluvioso de toda su historia. Esta sería la crisis climática diciendo presente y haciéndose notar.
El doctor en Botánica y Fisiología de Plantas, atribuye este reconocimiento a sus estudios en el Archipiélago desde mediados de los ´80. “El trabajo en la estación biológica en Chiloé ha sido gran parte de mi carrera”, menciona el reconocido ecólogo.