-El ordenamiento territorial es una necesidad urgente que posibilitaría la coexistencia pacífica entre las actividades humanas y el medioambiente.
Ramiro Bustamante recuerda sus paseos por Quintero, cuando hace dos décadas, solía ir a trotar con su hijo arriba de los hombros. En esa época, el investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, recorría la costa de esta bahía de la Región de Valparaíso, atravesando sus emblemáticas playas como el Papagayo, las Conchitas y los Enamorados. Iba contento, avanzando por estos territorios rodeados de llanuras, esteros y bosques.
Sin embargo, y tal como ha sucedido en otros rincones del país, este balneario y territorios aledaños como Puchuncaví y Ventanas, se han transformado en zonas de sacrificio debido al fuerte impacto que la actividad industrial, instalada en los alrededores, ha tenido sobre la salud y el bienestar de sus habitantes y su entorno tanto terrestre como marino. Un hecho que ilustró este efecto, fueron las casi dos mil consultas por intoxicación, vómitos y dolor de cabeza, que se recibieron el segundo semestre de 2018, y que afectaron directamente a los habitantes de estas localidades.
Y si bien, estos hechos y la contingencia actual han obligado a acelerar procesos de descontaminación y descarbonización -con el cierre de todas las centrales termoeléctricas chilenas, antes del 2050-, Ramiro Bustamante asegura que el esfuerzo debe ser mayor y que lo óptimo es hacerse cargo de industrias instaladas que liberan otros materiales contaminantes, como metales pesados y petróleo. “Las zonas de sacrificio son éticamente inaceptables por las consecuencias sociales que traen y que, en primera instancia, afectan a la salud humana y generan pobreza. Y además, su existencia no guarda ninguna relación con las concepciones más modernas para la conservación de la biodiversidad”, comenta el académico del Departamento de Ciencias Ecológicas, de la Universidad de Chile.
Sacrificio por desarrollo
Una zona de sacrificio, es un territorio que, surge como una decisión racional de utilizarlo para un fin -por ejemplo, económico- e independiente de cualquier otra consideración social o ambiental. Así, se producen zonas con una concentración masiva de industrias contaminantes y desechos tóxicos, en un perímetro muy cercano a la población. Esta idea surgió en Estados Unidos cuando se tomó la decisión de “sacrificar zonas” para la experimentación con radiación nuclear en un momento en que era estratégico tener a la brevedad una bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. Luego, el concepto se continuó aplicando para concentrar actividades industriales en zonas con indudables ventajas logísticas.
“Que existan zonas de sacrifico en nuestro país es realmente macabro pues no se toma en real consideración la opinión de la población que habita estas zonas, teniendo perfecta conciencia del daño ambiental y de salud pública que ocurre. En el caso de Quintero, lo que ahí vemos es un intento por maximizar la actividad productiva, en un lugar cercano al mar a donde pueda llegar combustible y petróleo para producir energía, y luego tener una refinería de cobre para la pequeña y mediana industria y un puerto para sacar de ahí estos productos. Sin embargo, aquí no se evaluó el impacto de estas instalaciones, transformando a esta comuna, en una zona de sacrificio”, señala el investigador del IEB.
Respecto al impacto en las comunidades, Ramiro Bustamante explica que los habitantes de estas zonas, también ven alteradas sus actividades laborales. “Los pescadores no pueden pescar y los agricultores no pueden cosechar, porque una consecuencia importante es que el contorno de estas áreas también se ve afectada, pues la contaminación no queda contenida en esa zona y se propaga en el territorio hacia zonas aledañas. En Ventanas, por ejemplo, el humo de anhídrido sulfuroso que se producía, ha dejado su huella en la tierra, haciéndola muy poco productiva, explica el Dr. Bustamante.
Impacto en la biodiversidad
La existencia de estos territorios en localidades como Tocopilla, Huasco, Mejillones, Coronel y Puchuncaví, no sólo impacta a nivel social, sino también del entorno natural, ya que no están acorde a las visiones más modernas de biodiversidad, “que implican conservar, incluyendo ambientes en los que coexisten ciudades, industria y agricultura”. Respecto a las medidas impulsadas como la descarbonización, el académico señala que estas son importantes a nivel de reducción de emisiones de CO2 y por ende, del efecto invernadero. Sin embargo, la liberación de sustancias químicas al medio ambiente, es de la mayor gravedad, según acusa el científico del IEB.
“Los efectos sobre la vegetación son un tema serio pues se sabe muy bien que los compuestos químicos de metales como el cobre, petróleo y plomo, se concentran en los tejidos de plantas y animales, afectan el sistema respiratorio de las personas e incluso producen la muerte de animales y peces”, asegura el académico de la U de Chile.
En ese contexto, uno de los problemas que advierte, es la magnificación biológica, un fenómeno ampliamente documentado en la literatura. Dicho proceso, propaga los contaminantes hacia todos los niveles de las mallas tróficas. “Si una lombriz empieza a comer humus de tierra contaminada, entonces ella concentra contaminantes en su organismo. Luego, un pájaro que come diez lombrices diarias, al hacer esto, acumula diez veces también los niveles de metales en su cuerpo. Y si enseguida, un depredador como el águila, atrapa y consume al ave, entonces la concentración de sustancias tóxicas en su cuerpo también se incrementa y por tanto, el daño sobre esta especie será muchísimo mayor”.
¿Qué medidas se podrían tomar? El ordenamiento territorial, es una estrategia de uso de tierra que podría resolver estos graves problemas de contaminación. Ello, mediante de nuevos acuerdos que permitan definir roles para diferentes zonas del país, estableciendo formas más óptimas de convivencia entre naturaleza, poblaciones y estructura de vialidad. “Si avanzamos en esta línea, podríamos evitar numerosos daños. Y para esto, es importante que científicos, políticos y empresarios, podamos sentarnos a dialogar y decidir cómo manejar la tierra, definiendo qué áreas geográficas son para producción industrial, pero bajo ciertas condiciones que impidan instalar zonas de sacrificio. La idea es que la industria produzca la menor cantidad posible de residuo y si lo hace, que pueda transformarlo a elementos inocuos. Existe la tecnología para hacerlo. Ejemplos en el mundo también los hay, como en otros países más desarrollados, que no cuentan con zonas de sacrificio y en donde el concepto de conservación de biodiversidad se encarna hasta en los maceteros de las casas”.
Tal vez, indica el científico, los espacios de discusión existentes actualmente, a propósito de los movimientos sociales que están ocurriendo en nuestro país, no den la oportunidad de reflexionar qué tipo de país queremos desde un punto de vista ambiental y podamos incorporar en la agenda los temas de la conservación de la biodiversidad y desarrollo económico en un contexto de sustentabilidad.
Uno de los animales más extraños de nuestra fauna, el monito del monte es el último sobreviviente de una antigua familia de marsupiales, extinta hace millones de años.
Para el pueblo mapuche es sinónimo de mala suerte, aunque hay zonas en la Araucanía en donde oír sus gritos agudos, similares a los de un cachorro recién parido, es señal de abundancia. El monito del monte o chumaihuén —“perrito de la virtud”, en mapudungún— es una de las especies más extrañas que habitan los frondosos bosques del centro y sur de Chile. No por nada la tradición campesina suele describirlo como un ratón que nace del huevo de una gallina empollado por una serpiente. Y aunque esa versión mitológica de su origen no sea cierta, detrás de ella hay una intuición correcta: el monito del monte, o Dromiciops gliroides, es tan extraordinariamente singular, que su origen no se asemeja al de ningún otro animal nacido en estas tierras. De hecho, se remonta a millones de años. Por eso, los investigadores que se dedican a estudiarlo lo definen como un “fósil viviente”.
—Es el único representante vivo de un orden completo, que es el microbiotherio. ¿Qué significa esto? —se pregunta el doctor en Ecología y Biología Evolutiva de la U. de Chile, Juan Luis Celis—. Que todas las demás especies de esa orden ya se extinguieron.
La relación de Celis con el misterioso marsupial —uno de los tres que habitan nuestro territorio, junto a la yaca y la comadreja trompudita— nació hace 15 años, producto de un accidente fortuito: en 2005 viajaba por Chiloé en busca de un tema para su doctorado, cuando recibió la invitación para ser parte de un muestreo de fauna. Llevaba varias horas internado en el húmedo y añoso bosque cuando, de una de las trampas, vio emerger a un pequeño animal que lo desconcertó: tenía la apariencia de un ratón, recuerda Celis, pero al notar su hocico puntiagudo, sus ojos pequeños y amistosos, y su larga, gruesa y fuerte cola, supo de inmediato de lo que tenía en sus manos no era un roedor, sino algo diferente.
—Era una especie tan bonita, tan carismática —dice el investigador— que decidí estudiarla, leer lo que había sobre él. Entonces me di cuenta de algo: se sabía muy poco al respeto. Por eso decidí agarrarlo como tema. Mucha gente me dijo que no me convenía, que iba a ser difícil, porque no había bibliografía ni datos. Me demoré bastante, pero fue muy valioso.
En las dos últimas décadas, al menos una decena de investigadores chilenos han intentado descifrar la existencia de un mamífero que, aunque vive exclusivamente entre las regiones de la Araucanía y Los Lagos —y en una pequeña franja de la patagonia argentina—, tiene su origen en el otro extremo del mundo. Los análisis genéticos han demostrado que el monito del monte está mucho más cerca de los marsupiales australianos, como el canguro, que de los que existen en nuestro continente, como la yaca, la zarigüeya y la comadreja trompuda.
Para entender esa relación, hay que retroceder 300 millones de años, hasta la época en que toda la Tierra estaba unida en un único continente, conocido como Pangea. Si una persona pudiera viajar en el tiempo y visitar la Antártica en esa época —que también era parte de esa gran masa continental—, seguramente pensaría que se equivocó de destino: para entonces, cuenta Celis, su superficie estaba cubierta de frondosos bosques subtropicales, palmeras imponentes y helechos de un intenso color verde. Con esas condiciones, era el hábitat perfecto para numerosas especies. Los marsupiales, creen los evolucionistas, se fueron moviendo desde los bosques antárticos a Australia y Sudamérica. La fragmentación de Pangea, 50 millones de años después, marcó para siempre su evolución biológica.
“El monito deja las semillas que ingiere casi intactas. Plantas como la botellita, la medallita y la estrellita, que tienen en común que sus frutos son verdes, son consumidas por el monito y me atrevería a decir que es su único dispersor. Se ha estudiado mucho a distintas especies de aves y no se han encontrado en sus heces semillas de este tipo de plantas”.
Ágil y ligero, el monito del monte, que en su adultez puede llegar a medir 25 centímetros, posee una asombrosa habilidad para desplazarse entre los árboles. Esto, gracias a su pulgar oponible, que utiliza para afirmarse mientras escala, y a su larga cola prensil, que enrolla en las ramas para para cruzar de un árbol a otro. Es el único marsupial de Sudamérica que hiberna, ya que su temperatura corporal apenas llega a los 10º C, más cerca de los reptiles que de los mamíferos. Por eso, quizás, en el campo aseguran que lo empolló una serpiente. Hay períodos en donde puede llevar prácticamente a cero su metabolismo.
—Se han registrado casos donde hay animales que, en días buenos, se despiertan, se levantan, comen lo que encuentren y después vuelven a dormir —dice Celis—. Por eso, más que hibernar, uno debería decir que el monito entra en un estado de sopor profundo.
Es tan misterioso su origen, que algunos investigadores postulan que, además del gliroides, existen dos especies más de monito del monte: el bozinovici y el mondaca, que tendrían cráneos levemente diferentes en tamaño y forma, aunque Celis postula que esas diferencias no son suficientes para dividir su linaje. Donde no hay discrepancias es respecto al rol trascendental que cumple en sus ecosistemas. Parte importante de su dieta son insectos, pero también es un gran consumidor de frutos silvestres, lo que lo convierte en un dispersor natural de al menos 16 especies vegetales, entre ellas el maqui, la murta, el arrayán y la quilineja. Esto, gracias a su inusual sistema digestivo:
—El monito deja las semillas que ingiere casi intactas —explica Celis—. Plantas como la botellita, la medallita y la estrellita, que tienen en común que sus frutos son verdes, son consumidas por el monito y me atrevería a decir que es su único dispersor. Como sus frutos son verdes, las aves no suelen comerlos. Se ha estudiado mucho a distintas especies de aves y no se han encontrado en sus heces semillas de este tipo de plantas.
Durante años, el monito fue considerado vulnerable, pero hoy está en la categoría de casi amenazado. Esto, gracias a su gran capacidad de reproducción —tiene entre tres y cinco crías por temporada— y a su facilidad para adaptarse a cualquier ambiente donde exista sotobosque, el conjunto de arbustos, hierbas y matorrales que crecen bajo el dosel de los árboles. Su fragilidad, sin embargo, persiste a causa de la degradación de su hábitat. La explotación forestal, dice Celis, es un factor importante en ello, pero también hay otro fenómenos que provoca un importante impacto en el ecosistema del marsupial chileno.
“Era una especie tan bonita, tan carismática, que decidí estudiarla, leer lo que había sobre él. Entonces me di cuenta de algo: se sabía muy poco al respeto. Por eso decidí agarrarlo como tema. Mucha gente me dijo que no me convenía, que iba a ser difícil, porque no había bibliografía ni datos. Me demoré bastante, pero fue muy valioso”.
—Hay una cosa que ha sido muy poco estudiada y es la famosa parcelación —asegura el investigador—. Mucha gente, tal vez con la mejor intención, compra parcelas para cuidar el bosque, pero el simple hecho de lotear, lo va abriendo y éste pierde su continuidad. Esto genera un problema no sólo para el monito, sino que para muchas otras especies.
Hoy, el biólogo busca comprobar si los monitos nidifican en familia, y para eso está estudiando su conducta durante los meses de sopor. De ser así, dice, estaríamos frente a un animal que se vincula con sus pares de forma comunitaria y no territorial. Ese tipo de investigaciones, explica, buscan afinar nuestro conocimiento sobre la manera en que se comporan las distintas piezas de nuestros ecosistemas, y, sobre todo, contribuir a que los chilenos protejamos a uno de los animales más extraordinarios de nuestro país.
—Hago todo lo posible por entender y difundir nuestro legado biológico, para que de esta manera la gente se apodere de ese conocimiento y sienta que especies como el monito forman parte de su cultura —afirma Celis—. “Es la mejor forma de protegerlos”.
Investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Science, evaluó efectos del aumento y disminución del hielo durante períodos glaciales e interglaciales, en once especies de estas aves marinas. Trabajo, liderado por científicos de Nueva Zelanda, contó con la participación de María José Frugone, investigadora chilena del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB.
Enrique Mejías encabeza un proyecto PAI en la Comisión Chilena de Energía Nuclear que tiene como objetivo combatir esta enfermedad que daña a las larvas y crías de abejas. Para realizar el estudio el académico viajó a Valdivia, Futrono y Panguipulli, donde se reunió con asociaciones de apicultores de aquellas zonas para la recolección de muestras. La investigación también incluirá sitios de estudio ubicados en las regiones de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana y Los Lagos.
Un nuevo artículo de Scientific Reports le da un giro evolutivo a una pregunta clásica. En lugar de preguntar por qué tenemos cáncer, Leonardo Oña, de la Universidad de Osnabrück, y Michael Lachmann, del Instituto Santa Fe, utilizan la teoría de la señalización para explorar cómo han evolucionado nuestros cuerpos para evitar que tengamos más cáncer.
El director ejecutivo de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), José Manuel Rebolledo, advirtió que en Chile “podría replicarse” la catástrofe por incendios forestales que azota a Australia -que ya deja 26 muertos- debido a las condiciones medioambientales “similares” entre ambos países.
En total, los siniestros han arrasado más de 8 millones de hectáreas en todo la nación oceánica desde septiembre pasado, lo que equivale a la superficie de Austria, incluidas unas 2.000 viviendas.
“Si bien es cierto que (Australia) ha estado con sequía, no ha sido tan severa como en Chile”, explicó el director ejecutivo de Conaf en una rueda de prensa.
Rebolledo dijo que como corporación consideran que Chile “técnicamente” tiene “condiciones similares” al del país oceánico y que “eventualmente podría replicarse” una situación “como la que se está viviendo en Australia”.
Chile enfrenta la peor sequía de su historia, con 119 comunas entre las regiones de Atacama y el Maule en situación de emergencia agrícola y las regiones de Coquimbo y Valparaíso en situación de catástrofe por escasez hídrica.
Según Greenpeace, el país sufre la mayor crisis hídrica de todo el hemisferio occidental y el 76 por ciento de su territorio está afectado por la sequía.
Frente a este escenario, Rodrigo Catalán, director de Conservación de la oficina para Chile del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), pidió agilizar el trámite en el Congreso del proyecto de ley que crea el Servicio Nacional Forestal, entidad que ampliará y fortalecerá las facultades de la Conaf y que estará bajo la tutela del Ministerio de Agricultura.
“Necesitamos una Conaf renovada. El Servicio Nacional Forestal tiene que ser aprobado y despachado del Congreso con un presupuesto acorde y con la urgencia que el contexto amerita”, apuntó el ingeniero forestal.
“El Servicio Nacional de Biodiversidad de Áreas Protegidas también tiene que ser aprobado, porque también se encuentra en el Congreso y también requiere el presupuesto que permita proteger la rica biodiversidad y variedad de animales y plantas que hay en Chile”, sostuvo el director de Conservación de WWF Chile.
En total, el Consejo de Aseguradoras de Australia (ICA, en inglés) cifró en 700 millones de dólares australianos (485 millones de dólares estadounidenses) los daños acumulados desde septiembre, con casi 9.000 reclamaciones relacionadas con los incendios.
El primer ministro, Scott Morrison, fuertemente criticado por su gestión de la crisis, anunció el lunes una dotación de 2.000 millones AUD (1.388 millones USD) para financiar la recuperación de las zonas afectadas durante los próximos dos años.
Según el equipo de la Universidad de Sydney que lidera el profesor de Ecología Terrestre Christopher Dickman, los incendios registrados en el estado australiano de Nueva Gales del Sur desde el pasado mes de septiembre han provocado la muerte de unos 480 millones de mamíferos, aves y reptiles.
La extensión y persistencia de las llamas indican que la muerte de grandes animales puede ser muy superior a la calculada hasta ahora.
Para el acádemico de la Escuela de Ecología de la Universidad Católica de Chile, Juan Armesto, los ecosistemas en Australia corren un alto riesgo de quedar totalmente irrecuperables.
“Puede ser que estos lugares se transformen en otro tipo de ambientes. Una vez que se destruye una cantidad de hábitat, los ambientes o hábitats pueden no ser capaces de recuperarse“, señaló el reconocido experto en ecosistemas.
“Mientras más baja sea la resiliencia de estos sistemas a estas perturbaciones, como el fuego, no puede haber posibilidades de que éstas se recuperen fácilmente“, alertó Armesto.
Convenio Universidad de Magallanes y Universidad de Chile
Ambos planteles estatales trabajan en una agenda 2020-2021 para llevar adelante acciones de divulgación cultural y científica que pretenden ser la antesala a la creación del referido centro, en el cual también colaborará el Museo de Historia Natural de Río Seco
Magallanes es definida como el “hot spot” del darwinismo en vida, sobre todo en lo que se refiere a su paso por territorio chileno, las exploraciones que realizó y los antecedentes y muestras que fue recogiendo y que aportaron, sin duda, a su famosa Teoría de la Evolución.
Esto llevó a surgiera la idea de ir sentando las bases para crear una “Unidad para el reconocimiento, estudio, enseñanza y difusión del legado de Charles Darwin y de las teorías del evolución del Centro Subantártico Cabo de Hornos de la Universidad de Magallanes (UR-Darwin)”.
Para dar vida a tan ambicioso proyecto la Universidad de Magallanes y la Universidad de Chile decidieron firmar el año pasado un acuerdo específico de colaboración destinado a desarrollar proyectos conjuntos a fin de promover estrategias de cooperación científica, tecnológica, educativa y de difusión cultural del legado de Charles Darwin y las teorías de evolución.
Este acuerdo se enmarca en un convenio mayor que sostienen ambas casas de estudios superiores desde 2001.
Para afinar detalles del nuevo entendimiento, el rector de la Umag, Juan Oyarzo, sostuvo una reunión con los académicos Germán Manríquez, director científico del proyecto “Darwin en Chile. Museo Inmersivo de la Evolución” de la U. de Chile; y Marcelo Mayorga, investigador de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad de Magallanes, quienes, actualmente, coordinan el proyecto, buscando aunar diferentes disciplinas de las ciencias sociales y exactas y, asimismo, sumar la contribución de otras entidades vinculadas al tema del naturalismo y la evolución, como el Museo de Historia Natural de Río Seco, que también estuvo presente en el encuentro a través de uno de sus fundadores, Miguel Cáceres.
“Se trata de hablar de Darwin, sobre Darwin, con el pretexto de Darwin para dialogar sobre evolución hoy, y en eso, la región y la Universidad de Magallanes son fundamentales, son partners, colaboradores y pares insustituibles en este trabajo. Magallanes, en ese sentido, es el ‘hot spot’ del darwinismo en vida, porque él estuvo solamente acá y bueno en Valparaíso, Santiago, como parte del viaje que hizo Fitz Roy, pero el paso por acá fue algo importante y distinto”, comentó el representante de la U. de Chile al referirse a este trabajo colaborativo.
El Dr. Marcelo Mayorga, en tanto, enfatizó: “Nosotros acá, en la Universidad de Magallanes, estamos dentro del territorio que Darwin visitó, la Patagonia, más al sur, no solamente el estrecho de Magallanes, el canal Beagle y Chiloé que, de alguna forma, estamos conectados con esa área geográfica, por lo tanto, desde ese punto de vista, la universidad tiene mucho qué decir, no solamente por la ubicación, sino que también porque dentro de la Universidad son temas que están siendo abordados desde diferentes disciplinas”.
Planificación para este año
Las movilizaciones sociales que se iniciaron a fines del año pasado atrasaron en algo el trabajo comprometido, pero ello no fue obstáculo para que se fueran conformando los equipos académicos de ambas instituciones y que se ideara una agenda para el período 2020-2021, que dice relación con actividades de divulgación donde se contempla la participación de la comunidad universitaria y regional.
Para el primer período se calendarizó la conferencia “Contribución de la Morfometría Geométrica a la clasificación darwiniana de los sistemas naturales”, a cargo del mismo Manríquez, la que estará disponible en formato audiovisual en el canal Umag TV y en los depositorios audiovisuales en red de la U. de Chile. También se contempla, una videconferencia sobre Planificación de Prototipado 3D, que dictarán en conjunto el FabLab de la U. de Chile, la Unidad de Desarrollo Virtual de la Umag y el Museo de Historia Natural de Río Seco que cuenta con modelos 3D de cetáceos y aves marinas depositadas en su colección.
“El énfasis es tener una colaboración muy activa con la Universidad de Magallanes porque consideramos que debemos compartir esta oportunidad de generar un Museo del siglo XXI con material virtual, con prototipados, con modelos que pueden ser trasladados por vías remotas sin necesidad de estar materializándolo en Santiago y traerlo sino que se pueda hacer en FabLab, u otras vías más tecnológicas”, explicó el académico de la U. de Chile.
Posteriormente, en el segundo semestre, el equipo del proyecto estima lanzar, de mano de las editoriales de ambas universidades, la publicación “Expedientes Bioceánicos: aproximaciones a 500 años de imaginación del mundo”, una idea que nació de un seminario llevado adelante en 2018 y que convocó a escribir acerca del significado de la primera vuelta al mundo desde la perspectiva medioambiental; y de cultura y patrimonio en nuestros días.
En esta etapa, continuará la iniciativa sobre prototipado 3D a través de talleres científicos-artísticos destinados a escolares en los laboratorios de computación de la Umag. La idea es ver y experimentar este trabajo en cráneos de lobo fino y lobo común escaneados en el MHN de Río Seco a partir de material osteológico de la fauna marina de Magallanes.
Por último, proponen una colaboración en el ámbito de la investigación, la creación y la producción de contenidos audiovisuales con uso de tecnologías inmersivas e interactivas. Aquí, el objetivo final es poder reconstruir, en realidad virtual, el trayecto de dos expediciones marítimas por el Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, piloteadas respectivamente por Hernando de Magallanes (en el siglo XVI) y por Charles Darwin (en el siglo XIX) y así construir, una simulación narrativa de estos viajes marítimos por la zona austral.
“Nuestro objetivo es seguir teniendo estas reuniones activas de nuestros equipos con el fin de proponer nuevos procesos de colaboración a través de proyectos a los que se puede, incluso concursar”, dijo Mayorga. “Todo –agregó- con el objetivo de conformar un grupo de estudios y sentar las bases para la creación de un centro sobre el legado de Darwin en el Centro Subantártico de la Universidad de Magallanes. De hecho, actualmente, la Umag cuenta con una serie de colecciones en diferentes disciplinas científicas, muchas de las cuales, se pueden estudiar a partir de la visión actualizada que buscamos relevar del naturalista Charles Darwin”.
– Investigadores desarrollaron documento que además fue recientemente publicado en Revista Environmental Humanities.
– Claudio Latorre, científico del IEB, académico de la PUC, y uno de sus autores, sostiene que es urgente enfrentar los desafíos planetarios desde una mirada interdisciplinaria.
¿Cómo repensar la relación entre naturaleza y sociedad en una nueva época geológica marcada por la influencia del hombre?, es una de las interrogantes que se planteó un grupo de investigadores chilenos, mientras caminaba por las costas de Las Cruces. Fue así, a orillas del mar chileno, que nació el Manifiesto del Antropoceno, documento que promueve las bases para construir un nuevo pacto de convivencia sobre la Tierra. Dicha declaración, desarrollada por científicos de las ciencias naturales y sociales, dio origen a un estudio que fue recientemente publicado en la Revista internacional Environmental Humanities (https://read.dukeupress.edu/environmental-humanities/article/11/2/467/140786/The-Anthropocene-in-ChileToward-a-New-Pact-of?fbclid=IwAR2ric1dle9gY0pT2V-8drIhsZQWbRDzXnSaBC3Kr8sS-9V06ICxm86x_nc#).
Claudio Latorre, investigador asociado del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, y uno de los autores de esta declaración, explica que es urgente abrir el debate a la sociedad completa e instalar una discusión profunda, que permita afrontar los desafíos de esta nueva época que vivimos, en la que se estima una posible extinción de las condiciones ambientales fundamentales para la vida humana en el planeta. “El Antropoceno tiene origen en las ciencias de la tierra, donde se plantea que podría estar en una nueva época geológica, definida por la irreversible alteración de condiciones biológicas y geológicas a escala planetaria, como consecuencia de la actividad del hombre”, señala el paleoecólogo y académico de la Universidad Católica de Chile.
El Doctor en Biología Evolutiva, explica que los discursos actuales sobre sustentabilidad, ecología y las intervenciones puntuales, no logran responder a la escala de este desafío, que va más allá del cambio climático. Por tanto, señala que es necesario abordar los ejes centrales de este nuevo pacto de convivencia, el cual busca redefinir la “manera de vivir juntos, todos y todas, animales, vegetales, minerales y microrganismos en este planeta”, a través de cinco convicciones fundamentales. Estas son: interdependencia, diversidad, acción situada, creatividad y esperanza.
Así, en primer lugar, la declaración sostiene que nuestra existencia, al igual que la de todas las especies, vivas y por venir, está vitalmente entrelazada en relaciones de interdependencia, y que el Antropoceno nos obliga a reconocernos como seres en ella. Del mismo modo, se llama a reconocer el valor intrínseco y no instrumental, de la diversidad de especies que componen a este sistema, y a celebrar la diferencia entre saberes, identidades y conocimientos.
“Apostamos por la capacidad de los cambios planetarios para crear nuevas relaciones y posibilidades, para abrir horizontes de acción más integrales, para cuajar nuevas instituciones políticas y sociales, para refundar la práctica científica y nuestro habitar cotidiano. Este manifiesto no es para sollozar por lo destruido o para empantanarnos en la melancolía: es para CREAR, y para hacerlo YA”, se describe.
Cambio de época geológica
Aunque dentro de la comunidad científica aún se discute su real existencia y en qué momentos de nuestra historia se inicia, el Antropoceno se describe como una época geológica que reemplaza al Holoceno, etapa que abarca los últimos 11.784 años, desde el fin de la última glaciación, y que a su vez se inserta en la recta final del período actual, el Cuaternario.
En ese contexto, se estima que el Antropoceno podría haber comenzado durante la revolución industrial, donde las actividades humanas causaron un fuerte impacto no sólo en el ámbito económico y social, sino también, sobre los ecosistemas terrestres. “Nos tocó la suerte de que nuestra civilización se desarrolló en un período interglacial particularmente largo. Pero en un mundo donde estamos aumentando los gases invernaderos, lo que estamos haciendo realmente, es un experimento a escala planetaria, que le está quitando el control climático a los controles naturales de las glaciaciones, situación que podría hacer imposible la existencia de otra glaciación en un futuro. cercano. Eso validaría que el Antropoceno se trataría de una nueva época geológica y no de un período interglacial más. Asimismo, la pérdida de hielo en Groenlandia y la Antártica, y el adelgazamiento de glaciares en todo el mundo, son fenómenos anómalos que nos hacen pensar en la dificultad de llegar al balance que antes existía”, comenta Claudio Latorre.
El Manifiesto explica que el cambio en las condiciones de la biósfera -sistema formado por el conjunto de seres vivos- sería fruto del colonialismo, el capitalismo y la sociedad de consumo, escenarios que habrían otorgado un carácter insostenible a la agricultura, la industria y a nuestras ciudades. “El Antropoceno indica un proceso a la escala del tiempo profundo en la historia de la Tierra, más allá de transformaciones ecosistémicas puntuales. En último término, esta era indica la posible extinción de las condiciones biosféricas que posibilitan la vida humana sobre la Tierra”, señala el documento. Bajo ese panorama transversal, el Manifiesto explica que esta nueva época, ha generado un intenso debate no sólo en las ciencias de la tierra, sino también en las ciencias sociales, humanidades y artes, con el fin de repensar la relación entre naturaleza y sociedad, la co-habitación entre humanos y procesos biofísicos, y el tipo de conocimientos y saberes que se requieren para entender y afrontar el cambio planetario.
Por todo ello es que la declaración también adhiere a la idea de crear una nueva Constitución y realizar cambios que permitan ampliar los espacios de participación política y ciudadana. “Si el Antropoceno nos obliga a pensar quiénes somos y cómo queremos vivir en y con la Tierra, entonces también desafía la solidez de nuestro arreglo democrático. El voto por sí solo ya no sirve para sostener los lazos que nos unen en un pacto social. Tenemos que crear otros espacios –deliberativos, amplios e inclusivos—para hacer florecer nuevos compromisos colectivos y nuevas definiciones de nuestra posición en y responsabilidad con el planeta”, se detalla en el escrito.
Estos desafíos, también incluyen el incrementar los lazos de solidaridad, y redefinir el concepto de bienes comunes, otorgando así, derechos a todas las especies. “Lo anterior significa expandir la figura del derecho a todas las especies y en múltiples tiempos y escalas espaciales. Ya no se trata sólo de reconocer que algunos animales no-humanos tienen capacidades sintientes, identitarias y cognitivas, sino más profundamente de que nuestra vida depende del enmallado que establecemos con entidades de todos los reinos”, se establece.
Otro de los puntos que reconoce el Manifiesto, es el foco en la justicia socio-ambiental, un elemento que también ha cobrado mayor fuerza en el debate político y científico, desde que ocurriera el estallido social de octubre. Esto, ya que el Antropoceno no tendrá los mismos efectos en todo el planeta, ni dentro del país: “Chile lo experimentará de manera específica y tenemos que saber cómo, dónde y por quiénes será vivido, para diseñar políticas públicas que sean de verdad efectivas y que se sostengan en el tiempo”.