A través de la niebla de supuesta mala conducta, esperanza, exageración y politización que rodea a la hidroxicloroquina, el medicamento contra la malaria promocionado como un tratamiento COVID-19, ahora está surgiendo una imagen científica.
Elogiada por los presidentes como una posible cura milagrosa y descartada por otros como una distracción mortal, la hidroxicloroquina se salvó de un aparente golpe mortal la semana pasada. El 4 de junio, después de que los críticos cuestionaran los datos, The Lancet retiró repentinamente un artículo que sugería que el medicamento aumentaba la tasa de mortalidad en pacientes con COVID-19, un hallazgo que había detenido muchos ensayos clínicos en su camino. Pero ahora tres grandes estudios, dos en personas expuestas al virus y en riesgo de infección y el otro en pacientes gravemente enfermos, no muestran ningún beneficio del medicamento. Al sumarse a los ensayos anteriores más pequeños con hallazgos decepcionantes, los nuevos resultados significan que es hora de seguir adelante, dicen algunos científicos, y terminar la mayoría de los ensayos aún en curso.
Después de que un espermatozoide humano y un óvulo se unen, un nuevo embrión pasa sus primeras semanas luciendo en mal estado. No hay una parte superior o inferior obvia, y no está claro qué células darán lugar a qué partes del cuerpo. Después de aproximadamente 14 días, el embrión se alarga y forma capas, revelando un plan aproximado para el cuerpo. Pero esta transformación dramática, llamada gastrulación, nunca se ha observado directamente en los embriones humanos: hacerlos crecer hasta esta etapa en un laboratorio es técnicamente difícil y éticamente complicado. Ahora, los investigadores han creado estructuras a partir de células madre humanas que imitan algunas características de los embriones después de la gastrulación, un avance que podría revelar cómo las mutaciones genéticas y las exposiciones químicas pueden provocar abortos espontáneos y defectos de nacimiento.
“El actual brote es la invasión biológica mejor registrada en la historia humana y un verdadero laboratorio natural para el estudio de las especies invasoras”, asegura Aníbal Pauchard, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y uno de los autores del estudio que fue recientemente publicado en la Revista Trends in Ecology and Evolution.
La donación, que realizó Anglo American, se enmarca en el trabajo que está realizando el Ministerio de Ciencia para impulsar la articulación público privada al servicio de la pandemia.
La microbióloga opina que las «metáforas de guerra nos ayudan, no todos la entendemos».
Comenta que tienen efectos positivos para la biodiversidad del planeta y los cambios de las especies.
Los pacientes en condiciones graves frente a COVID-19, presentan una inflamación severa que se puede relacionar con la activación de macrófagos. A un grupo de 19 paciente en estado grave se les administró durante 10 a 14 días, acalabrutinib, inhibidor selectivo de la enzima tirosina quinasa de Bruton (BTK) que regula la señalización y activación de los macrófagos. Al final del tratamiento el 72,7% de los pacientes fue dado de alta, lo que demuestra que tratar la hiperinflamación con un inhibidor de BTK es una estrategia terapéutica frente a COVID-19, lo que ha llevado a un ensayo clínico clínico aleatorizado prospectivo.
Un conjunto clave de proteínas que ayudan a regular las hormonas necesarias para muchas funciones esenciales en humanos y otros vertebrados tienen orígenes antiguos en criaturas mucho más simples, como los pepinos de mar, dice un nuevo estudio publicado hoy en eLife.
A partir de diferencias evolutivas, un equipo chileno e internacional logró describir a este animal marino que habita en un amplio territorio del Océano Austral y en la Patagonia chilena. La investigación, que fue publicada en la Revista Diversity and Distributions, puso en cuestión la idea sostenida hasta ahora de que este pingüino era una sola especie con una distribución amplia en la zona.
Según una nueva declaración de consenso respaldada por 119 microbiólogos de todo el mundo, las normas de larga data para asignar nombres científicos a bacterias y arqueas están atrasados.
Chile posee más de 4.000 kilómetros de costa y actualmente cerca del 43% de la Zona Económica Exclusiva tiene alguna categoría de protección. Pareciera, a primera vista, que la tarea está cumplida. Sin embargo, la realidad es otra. Seis expertos explican dónde hay que poner el foco para seguir avanzando en la conservación oceánica.