Claudia Saavedra, Presidenta de la Sociedad de Microbiología de Chile, explicó en el matinal Mucho Gusto de Mega, cómo manipular los productos que compras en ferias libres, almacenes o supermercados.
“Hay que pensar en tomar todas las medidas”, apuntó la especialista, explicando que la manipulación de frutas y verduras puede propagar fácilmente el virus de COVID-19.
“Cuando uno compra en la feria, si esa persona se lava las manos rigurosamente, y nos entrega las naranjas (por ejemplo), yo no confiaría”, detalló Saavedra.
De este modo, recomendó lavar los vegetales con un solución de tres cucharadas de cloro en un litro de agua. “Es como cuando estábamos con el cólera”, ejemplificó.
“Eso nos permite tener la seguridad de que no vamos a contaminarnos, ni contaminar nuestro hogar”, precisó la especialista sobre esta sencilla práctica que puede ser de mucha ayuda.
Por lo tanto, especificó que se debería desinfectar la bolsa o cesta de las compras, así como también la mesa donde se colocó.
“Hay que lavar todo antes de guardarlo en el refrigerador”, reiteró, destacando que el virus podría conservarse en las bajas temperaturas del congelador. Por otra parte, advirtió que el agua caliente tampoco lo eliminaría.
Un virus es «simplemente una mala noticia envuelta en proteínas», escribieron los biólogos Jean y Peter Medawar en 1977.
En enero, los científicos descifraron una noticia muy mala: el genoma del SARS-CoV-2, el virus que causa el Covid-19. La muestra provino de un hombre de 41 años que trabajaba en el mercado de mariscos en Wuhan, donde apareció el primer grupo de casos.
Los investigadores ahora están compitiendo para dar sentido a esta receta viral, que podría inspirar medicamentos, vacunas y otras herramientas para combatir la pandemia en curso.
¿Existen los instintos primarios? ¿Cómo recordaremos este episodio de crisis? ¿Hay cerebros más preparados que otros para enfrentar una pandemia? Estas son preguntas que por estos días se hace la neurociencia -ciencia que estudia el sistema nervioso- sobre el coronavirus. The Clinic entrevistó al académico de la Universidad de Chile y autor del libro “Por qué tenemos el cerebro en la cabeza”, Pedro Maldonado, y habló sobre el instinto de supervivencia y la necesidad de mantenernos conectados pese a todo.
En la prensa en los últimos días se han publicado informaciones conflictivas respecto de lo adecuado de una cuarentena preventiva nacional para evitar la diseminación rápida del virus (aplanar la curva), con un aumento súbito de los casos graves que produzca el colapso de los servicios de salud, con incrementos severos en la mortalidad de estos enfermos, por el desplome del acceso a su adecuado cuidado sanitario. Mientras que la autoridad de salud ha resistido la implementación de una drástica cuarentena sin razones claras, científicos y médicos y sus organizaciones como la Academia de Ciencias y el Colegio Médico han solicitado con urgencia la implementación de tal medida sanitaria, para prevenir los problemas producidos por la aceleración de la curva epidemiológica de la enfermedad.
Somos de la opinión que la información básica sobre la epidemiologia del virus ha estado ausente de este debate y que su discusión es necesaria para informar al público porqué la cuarentena preventiva y el aislamiento social aparecen como las únicas medidas efectivas para aplanar la curva epidemiológica, de una enfermedad para la cual no hay vacunas ni terapia antiviral. Por ejemplo, el Ministerio de Salud diariamente proporciona la información del número de casos confirmados de la enfermedad (746, 23 de marzo, 2020), sin embargo, esta información falla en dar una adecuada imagen de la evolución de la epidemia.
Como en Chile el ensayo diagnóstico solamente se hace solamente en algunas personas sintomáticas graves que logran ser atendidas (fiebre alta y dificultades respiratorias) y éstas según las estadísticas de la experiencia China corresponden a 20% de los infectados comprobados, debemos multiplicar el número de 746 infectados por 5, llegándose aproximadamente a unos 3.500 infectados sintomáticos. Además, como el resultado de un examen positivo para el virus ocurre con 3 días de dilación y el número de los casos que reporta la autoridad se duplica cada tres días, el número de infectados sintomáticos hoy es al menos 7.000 personas.
Considerando que alrededor del 50% o más de los infectados es asintomático el número total de ellos sobrepasaría de esta manera los 14.000. Si se considera también que cada infectado, asintomático o sintomático, tiene la capacidad de infectar por lo menos a dos personas más a lo largo de dos semanas, el número total de infectados en Chile probablemente se aproxima en este momento a los 30.000.
Creemos que este somero análisis indica que si bien las cifras diarias de “casos confirmados en Chile COVID-19” es una importante información, ella no está dando un cuadro adecuado de la evolución de la epidemia en Chile, como ha sucedido también en otras partes del mundo. Donde la expansión de los ensayos diagnósticos y el aumento de la mortalidad han mostrado la intensidad, peligrosidad y la verdadera cara de ella. Creemos, sin temor a la exageración, que en Chile ya existen alrededor de 30.000 casos asintomáticos y sintomáticos, y que la única medida para evitar la expansión de la epidemia y un peor impacto negativo es la implementación del aislamiento social y una drástica cuarentena.
Romilio Espejo T. y Felipe Cabello C.
*Microbiologos. Miembros de la Academia de Ciencias, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2018 (R.E.T), Miembro de la Academia de Medicina (F.C.C).
Pueblicado en El Mostrador y reproducido en El Clarín de Chile con autorización de sus autores
El biólogo e investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso, John Ewer, aseguró que el reciente cambio de hora es bueno para la salud.
“El cambio de horario es bueno porque nos acerca más al huso horario que nos corresponde como país. Con este cambio habrá luz más temprano y como el sol es la fuente de luz más fuerte a la cual estamos expuestos, estaremos biológicamente despiertos también más temprano”, explicó Ewer. “Sin embargo, es especialmente crítico para niños y adolescentes porque ellos, por su edad, se despiertan biológicamente entre una hora y media a dos horas más tarde que los adultos”, añadió el investigador.
Respecto a sus efectos durante la cuarentena, el biólogo señaló que la situación no cambiará mucho “porque igual todos tenemos un horario distinto de actividades. Y me imagino que los niños y jóvenes también para todas sus actividades escolares, que ahora son online”.
El especialista también explicó que tener más luz en las mañanas contribuye a mejorar el estado de salud, pero advirtió que el uso de pantallas retrasa la entrada al sueño, por lo que recomendó dejar la televisión o el uso de celulares durante las noches, a fin de mantener un buen descanso.
Fuente: www.cooperativa.cl
-Juan Armesto y Aníbal Pauchard, investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, remarcan la importancia de proteger los ecosistemas naturales y abordar, de manera interdisciplinaria, las amenazas de la globalización. Asimismo, llaman a mejorar las barreas de bioseguridad y prestar especial atención a las invasiones biológicas y el incremento de enfermedades emergentes en nuestro país, como el virus Hanta y otras.
Vivimos en un mundo altamente globalizado, donde las acciones que suceden en un lugar, pueden tener repercusiones en puntos muy distantes del planeta. Así es como, en menos de un mes, hemos comprendido que no es necesario viajar a China o Europa para ser contagiados por el Covid-19, ya que la capacidad expansiva de este patógeno en la población, es una realidad que crece de forma invisible ante nuestros ojos.
¿Qué rol juega la conservación y cuidado de los ecosistemas en nuestra salud? ¿Qué temas son relevantes en Chile más allá de la actual pandemia? ¿Qué amenazas existen y qué medidas debiéramos tomar para evitar el desarrollo y propagación de otras enfermedades contagiosas emergentes? Juan Armesto y Aníbal Pauchard, investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, se refieren a estas preguntas que hoy son fundamentales.
“La mayoría de problemas como la crisis que hoy enfrentamos, provienen de nuestra creciente intervención en el medioambiente. En el caso de Chile, hemos destruido y degradado nuestros ecosistemas durante más de un siglo, propiciando la pérdida de hábitats y la extracción de recursos sin ningún tipo de control, despreocupándonos de los efectos que esto podría causarle a la sociedad. La biodiversidad es un valor que se ha ido perdiendo en el país, a pesar del mayor conocimiento, y debemos preocuparnos de ello, ya que somos dependientes de ésta para nuestro bienestar y salud”, explica Juan Armesto, también académico de la Universidad Católica y presidente de la Fundación Senda Darwin.
Chile es un país que tiene múltiples barreras biogeográficas que son una base para mantener la biodiversidad y protegernos de amenazas. Así por ejemplo, se estima que nuestro clima mediterráneo, y la existencia del Desierto de Atacama, la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico, son fronteras naturales que han evitado el ingreso de enfermedades, como el Zika. Sin embargo, estas características de aislamiento geográfico no son suficientes cuando pensamos en la salud planetaria y epidemias como el coronavirus.
En ese contexto, señala que problemas actuales como el cambio climático, también podrían debilitar nuestras fronteras, haciendo que algunas especies de mosquitos, por ejemplo, cruzaran hacia nuestro país, trayendo a cuesta nuevos patógenos que afectan al ser humano, y a nuestras especies de importancia económica, como el ganado y los cultivos. “Es cierto que tenemos estas barreras naturales, pero en el contexto de la globalización, éstas no sirven de mucho, ya que el movimiento humano es inmenso. Aviones, barcos y el transporte terrestre, pueden traer consigo diferentes organismos, como virus y hongos, que pueden impactar en la calidad de vida del ser humano y propiciar la dispersión de enfermedades y plagas, tal como ha sucedido con el Covid-19”, explica Aníbal Pauchard, académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción.
Invasiones biológicas y emergencia de enfermedades
Una de las grandes amenazas del siglo XXI a la biodiversidad son las invasiones biológicas, o avance indeseado de especies exóticas, proceso que ocurre cuando organismos como animales, plantas, bacterias y otros microorganismos, son transportados por acción de los seres humanos, ya sea intencional o no, a nuevas áreas donde se expanden sin control. Castores, visones, jabalíes, ranas africanas, cotorras argentinas, ciervo rojo, chinita arlequín, abejorro europeo, el hongo costa azul, aromos, retamos y pinos, son algunos ejemplos de especies invasoras abundantes en nuestro país. Al respecto, el Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB) de la Universidad de Concepción, que lidera Aníbal Pauchard, detalla que existen 1.119 especies exóticas asilvestradas, algunas de las cuales generan pérdidas a nivel productivo y en la biodiversidad. Pero no sólo eso. Esta movilidad también puede afectar la salud humana y contribuir a la dispersión de algunas enfermedades zoonóticas (de origen animal), según explica el director del LIB.
Una de las preocupaciones que advierte, apunta a la enfermedad de Lyme, patología ampliamente difundida en el hemisferio norte, cuyos primeros síntomas son salpullido, fiebre, dolor muscular y de cabeza, rigidez de cuello y cansancio. Si no es tratada a tiempo, puede ocasionar severos problemas neurológicos. La infección es generada por la bacteria Borrelia burgdorferi, tras entrar en contacto con una garrapata negra, también conocida como “garrapata del venado”. Si bien este patógeno no se encontraría en Chile, Pauchard llama a estar atentos. “Si en Chile aumenta el número de ciervos naturalizados, por introducción deliberada, esta enfermedad propia de otras latitudes podría manifestarse en nuestra población. Otro ejemplo de la relación entre enfermedades y especie invasoras, es la triquinosis presente en jabalís introducidos, o los parásitos que se pueden encontrar en los salmones asilvestrados en nuestro país. Sin embargo, en estos últimos dos casos, el manejo sanitario es más simple y efectivo, pues la medida básica consiste en cocinar bien estos alimentos”, asegura.
El Tifus de los Matorrales es otra patología emergente y potencialmente grave, que el investigador del IEB también pone sobre la mesa. Esta enfermedad, originaria del Asia Pacífico y descrita por primera vez el 2006, es transmitida por larvas de ácaros de roedores y, según reportes de la Sociedad de Microbiología de Chile (SOMICH), desde el año 2015 se habría presentado en el país, principalmente, en la época de verano. Hasta la fecha, existen alrededor de 40 casos registrados, mayormente, en la Isla de Chiloé.
También existe una gran preocupación por patologías emergentes originarias de Chile. Un ejemplo claro es el Hantavirus, enfermedad aguda transmitida por el ratón colilarga (Oligorizomys longicaudatus) que, en la mayoría de los casos, genera un mal funcionamiento del corazón y problemas en ambos pulmones. Se estima que entre el 1% al 6% de estos roedores silvestres son portadores del virus.
Para abordar la problemática del Hanta y otras similares, Aníbal Pauchard advierte que debemos generar mayor consciencia sobre la relación entre habitantes, naturaleza y estas zonas de contacto. “Estas áreas de interfaz (urbano-rural) entre humanos y naturaleza irán en aumento y si no controlamos este desequilibrio, cada vez ocurrirán más fenómenos de este tipo”, explica. Degradación de hábitats, malas prácticas en espacios naturales y el aumento de los incendios, son factores claves que podrían acrecentar la proliferación de casos en el país. Juan Armesto, se refiere a este punto: “Supuestamente éste es un problema bajo control pero no es tan así. Las poblaciones de seres humanos avanzan hacia zonas con roedores y ahí se producen los contagios a escala regional. Por esa línea hay un problema que es ecológico, vinculada a los cambios que hacemos en el paisaje, a través de la deforestación, de poblar lugares nuevos o debido a incendios que transforman los hábitats, siendo punto de partida para más enfermedades zoonóticas. Todo esto se agrava porque tenemos una fuerza subyacente, llamada cambio climático, que se acrecienta cada año”.
Salud global, ciencia chilena y bioseguridad
¿Qué otros pasos se proponen para integrar el conocimiento de la ecología con acciones que promuevan el bienestar y salud del medioambiente y por ende, de la nuestra también?
“Hoy, como planeta, debemos ocuparnos de la salud global. Y para ello, es necesario entender que en un mundo donde existen casi 8 mil millones de habitantes, la globalización ha hecho que cualquier enfermedad, microorganismo u hongo que es transportado por los seres humanos, pueda abarcar grandes regiones del planeta en poco tiempo. En segundo lugar, creo que como sociedad, debemos preocuparnos de la equidad, y la forma en que vamos a utilizar los recursos naturales para reducir el cambio global y antropogénico. Chile está enfrentando un Plebiscito y un posible cambio constitucional. En este contexto es clave replantearnos qué modelo de desarrollo y relación con el medioambiente queremos tener”, señala Juan Armesto.
La bioseguridad es un tema actual que ambos investigadores destacan, y que debiera ser revisado por cada país, asegurando aspectos como la regulación del tráfico de especies silvestres, las barreras sanitarias en materia de alimentación, entre otros elementos. “Sin duda también debemos poner más foco en el área de especies invasoras. Un animal, un molusco o mamíferos que se venden como mascota, podrían transmitir enfermedades a nuestra población. Por eso también es tan importante que los investigadores chilenos podamos desarrollar trabajos multidisciplinarios con epidemiólogos, ecólogos y profesionales de las ciencias sociales, para que, en conjunto, podamos analizar estas problemáticas. Así mismo, creo que en Chile es prioritario poder abordar de manera profunda, en el tema de las enfermedades emergentes y en especial en sus orígenes y mecanismos de expansión en nuestros ambientes, que han sido fuertemente modificados por la actividad humana”, puntualiza Aníbal Pauchard.
Fotos: Daniel Casado
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