Proyecto seleccionado en Anillos de Investigación en Ciencia Antártica, liderado por Eduardo Castro de la Universidad Andrés Bello, busca revelar cómo estos elementos son transportados por el aire y permean el Continente Blanco.
Un total de doce proyectos de investigación asociativa fueron adjudicados en el marco de la convocatoria para nuevos Anillos de Investigación en Ciencia y Tecnología y de Investigación en Ciencia Antártica que realiza la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), a través de su Programa de Investigación Asociativa.
Los Anillos en Investigación en Ciencia Antártica cuentan con el respaldo del Instituto Antártico Chileno (INACH) en su ejecución, brindando apoyo al desarrollo e implementación de las actividades de los proyectos que se realizan en territorio antártico a partir del verano polar 2020-2021, integrando la LVII Expedición Científica Antártica (ECA 57).
El proyecto que fue seleccionado en esta línea se denomina “Transporte de largo alcance de xenobióticos y microorganismos: teleconexiones e influencia en los ecosistemas territoriales” (“Long-range transport of xenobiotics and microorganisms: Teleconnections and influence on territorial ecosystems” en inglés), de Eduardo Castro Nallar, profesor asociado en el Centro de Bioinformática y Biología Integrativa de la Universidad Andrés Bello. En tanto, este estudio recibirá la colaboración de investigadores de la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad de Talca y Universidad Mayor.
El objetivo principal de este proyecto es entender cómo los microorganismos y contaminantes de acción humana de distintas partes del mundo son transportados por las corrientes de aire hacia la Antártica, además de poder indagar cuál sería el potencial impacto de estos sobre la biota terrestre, utilizando como modelo las dos plantas vasculares nativas del Continente Blanco Deschampsia antarctica y Colobanthus quitensis.
“Queremos saber de dónde vienen esos microorganismos, qué propiedades metabólicas tienen, y si es que se correlacionan con la ocurrencia de contaminantes orgánicos que se han detectado en la Antártica. Además, queremos desarrollar modelos que no solo nos permitan entender cómo migran estos contaminantes y microorganismos, sino que también cómo el cambio climático va a afectar estos patrones de migración. Por ejemplo, nos gustaría entender si es que los flujos de microorganismos van a aumentar o disminuir, si es que los microorganismos que migran van a ser más de un tipo que de otro, y si esto va a ser diferente o no bajo tres escenarios de cambio climático de acuerdo a las proyecciones del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático)”, comenta Castro.
La novedad de esta propuesta radica en abordar el problema de forma multidisciplinaria, desde biología molecular, hasta biogeoquímica, pasando por climatología, genómica y metagenómica, botánica y ecología microbiana. Con utilización de técnicas experimentales y computacionales para entender las causas y consecuencias de la diversidad genética microbiana, empleando secuenciación de alto rendimiento y bioinformática para avanzar en el entendimiento de problemas ambientales. El grupo investigativo contempla igualmente la formación de estudiantes de pregrado y doctorado, e investigadores postdoctorales, además de la realización de acciones de divulgación y comunicación de la ciencia.
De igual manera, el investigador se dedica a estudiar las comunidades microbianas en la columna de agua en fiordos de la Patagonia, con énfasis en posibles vínculos con la acuicultura, además de trabajar en el desarrollo y evaluación de métodos para análisis de comunidades microbianas y filogenética.
«Efecto Eureka» mostrará la vida de destacados científicos en disciplinas como la astronomía, geología, biología o psicología.
Desde este jueves, disciplinas como la astronomía, geología, biología o psicología serán parte del nuevo programa “Efecto Eureka”, serie documental que en cinco capítulos de una hora de duración mostrará la intimidad de un grupo de destacados investigadores y su aporte al desarrollo científico del país.
La serie, producida por Neurona Group y parte de un proyecto Explora CONICYT, abordará la vida de jóvenes investigadores destacados de diversas regiones del país, dando a conocer sus sueños, pasiones, hobbies, círculo familiar y su trabajo en terreno.
Cada capítulo tiene una duración de una hora y se cuentan dos historias, de un científico y una científica: Las mujeres son Millarca Valenzuela, geóloga experta en meteoritos cuyo mayor sueño desde pequeña es volar; Amelia Bayo, astrónoma española de Valparaíso, quien además de impulsar en Chile la fabricación de espejos para telescopios gigantes es una apasionada por el piano y el básquetbol; Cristina Dorador, microbióloga que busca bacterias extremófilas en el desierto de Atacama y músico, quien volverá a tocar contrabajo por primera vez tras su maternidad frente a sus hijos; Liliana Pezoa, administradora de la Reserva Costera Valdiviana, quien trabaja por conservar el bosque nativo junto a la comunidad Mapuche de Huiro y es apasionada por el telar; y Carolina Simon Gutstein, paleontóloga brasilera y buzo que estudia los fósiles marinos en la Formación Navidad en la región de O’higgins.
Los científicos por su parte, son representados por Gonzalo Pimentel, arqueólogo en San Pedro de Atacama quien creó junto con los pueblos originarios el Parque Arqueológico Chug Chug para proteger los geoglifos milenarios; Mylthon Jiménez, ecólogo cuyo sueño es crear en Valdivia un memorial que recuerde la tragedia nuclear de Hiroshima con la plantación de especies sobrevivientes traídas de Japón; Gonzalo Bacigalupe, psicólogo experto en resiliencia ciudadana ante desastres que tiene un gran talento en la pintura y expondrá sus obras por primera vez; Pablo Salucci, geógrafo estudioso del cambio climático en ciudades cuya pasión es componer música y hacer aeromodelismo junto a su hijo; y Christian Salazar, geólogo experto en paleontología quien llevará por primera vez a su padre a buscar fósiles al Cajón del Maipo, quien lo inspiró en el camino de las ciencias.
“Es un recorrido íntimo por la vida de personas que han hecho de la ciencia su motivo de vivir. Pero que además son personas comunes y corrientes que tienen pasiones, sueños y vidas sumamente interesantes y multifacéticas. Por eso el objetivo de la serie es inspirar y poner en valor nuestro patrimonio humano-científico, a través estas personas con sus alegrías y sus dificultades, pero además busca mostrar el trabajo en terreno y a Chile como gran laboratorio natural”, señala Andrea Obaid, directora del proyecto.
El estreno de “Efecto Eureka” será este jueves 26 de diciembre a las 20:30 horas y tendrá repeticiones los días viernes a las 8:30 y 19:30 horas; miércoles a las 13:30 horas, sábados a las 18:30 horas y domingos 18:30 horas, por Canal 13C.
Hace más de 300 millones de años los vertebrados protegían a sus crías, al menos de acuerdo con un fósil descubierto en Canadá, hallazgo publicado el lunes.
La escena fosilizada muestra un vertebrado adulto que envuelve con su cola una cría, en un gesto de protegerla, lo que constituye el ejemplo más antiguo de cuidado parental en vertebrados.
Ambos animales de una especie hasta ahora desconocida de “varanopidae” que se asemeja a los lagartos actuales, pertenecen a la extinta familia de los synapsidas, vertebrados terrestres de los que descienden los mamíferos.
Los fósiles, de unos 309 millones de años, se conservaron parcialmente en los acantilados de Nueva Escocia, en Canadá: uno corresponde a un adulto, de 20 a 30 centímetros de largo, y el otro a una cría de unos 8 centímetros, colocado detrás de la extremidad posterior y rodeado por la cola, describe la revista Nature Ecology & Evolution.
El estudio sugiere que el adulto protegió a su cría rodeándola con su cola, creando una especie de capullo familiar, comportamiento que sugiere que estos animales proporcionaron “cuidado parental” a sus crías, “ayudándolas a sobrevivir”, dijo PAF Hillary Maddin, investigadora de paleontología de vertebrados en la Universidad de Carleton en Ottawa.
“Quizás se estaban escondiendo de los depredadores. Parece que quedaron enterrados muy rápidamente y murieron por eso”, explica la investigadora.
Es el ejemplo más antiguo conocido de cuidado parental postnatal (también llamado cuidado parental extendido) en vertebrados, 40 millones de años anterior al descubrimiento anterior, en Sudáfrica.
Como cuidado parental se define cualquier comportamiento de los progenitores, machos o hembras, destinados a mejorar las condiciones y expectativa de vida de sus crías luego del nacimiento.
Universidad Carleton
Estas estrategias ahora las usan ampliamente la mayoría de los vertebrados (aves, reptiles, mamíferos, peces).
“Nuestro descubrimiento sugiere que este comportamiento apareció muy temprano en el linaje que condujo a los mamíferos”, dijo la investigadora.
Además permite “comprender mejor la evolución” de los primeros vertebrados, que hace unos 320 millones de años, se separaron en dos ramas, en una de ellas estaban los synapsidas (como estos fósiles) de los que descienden los mamíferos y en la otra los reptiles, incluidas las aves.
Los dolores de cabeza y la dificultad para dormir pueden ser síntomas de presión arterial alta, pero también pueden deberse a una afección subyacente.
La mayoría de las veces, la presión arterial alta no tiene síntomas. Es conocido como el asesino silencioso.
Los síntomas que las personas pueden pensar que se deben a la presión arterial alta incluyen:
Este iba a ser el año del medioambiente: Chile sería sede de la COP25 y Greta Thunberg, una visita ilustre. Pero no ocurrió así. El destacado biólogo dice que perdimos una gran oportunidad, pero reconoce que la crisis social tiene una urgencia mayor. El primer ecólogo en recibir el Premio Nacional de Ciencias advierte que tenemos sólo una década para actuar contra el cambio climático, pero no ve negro el futuro porque confía en las nuevas generaciones.
El biólogo Fabián Jaksic ha dedicado más de 40 años de su vida al medioambiente. Una de sus líneas de investigación consistió en clasificar la fauna de todos los vertebrados y escribir el libro Ecología de los vertebrados de Chile (1997). También logró determinar cuál es el rol de distintas especies en los ecosistemas. En 2018, se convirtió en el primer ecólogo en recibir el Premio Nacional de Ciencias Naturales. Sin embargo, la vida de Jaksic pudo ser contada desde otra vereda, una perteneciente a uno de los principales enemigos del medioambiente. “Es cierto. Estuve muy cerca de trabajar en el sector del petróleo”, dice.
Jaksic nació en Punta Arenas en 1952, cuando recién se había fundado la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) y ese combustible era oro para los puntarenenses. Su padre hizo carrera en esa compañía y su madre también trabajo ahí. Eso lo impulsó a elegir ENAP para realizar su práctica profesional y en el Laboratorio de Micropaleontología estudiaba a los microorganismos que entregaban pistas sobre dónde se podría hallar ese combustible. “Para mí, como hijo de enapino, era una bendición estar ahí”, dice.
-¿Qué piensa hoy de ese capítulo?
– El petróleo es como el cáliz que le ofrecieron a Jesucristo: “Aparta de mí ese cáliz, no lo quiero beber”. Es eso. El petróleo y el carbón son la tentación de conseguir rápido la energía que de otra manera nos costaría muchísimo.
– ¿Se imagina qué sería de su vida si se hubiera dedicado al petróleo?
– Soy buen analista, me habría dedicado a los negocios. En una de esas, estaría vendiendo y comprando valores futuros de petróleo en una firma comercial en Wall Street, pero con mis conocimientos de ciencia sí que me iría bien. Qué mejor que saber de inversiones y de ciencia para entender para dónde va la cosa.
– ¿Le costó ver al petróleo como “el enemigo”?
– Me costó y fue un proceso lento. Diría que a contar del año 2000 me tomé en serio el tema del cambio climático. Antes de eso decía “no creo, esta cuestión suena como a ciclo natural”.
– ¿Qué lo convenció?
– La evidencia que se ha acumulado es tan enorme, que hay que ser realmente ciego o tonto para no leerla y no entenderla.
– ¿Qué reflexión tiene de la urgencia climática de la actualidad?
– La parte grave se verá en 2050: ese año vamos a estar muriendo como moscas y nos habremos recuperado de esto. Hay un espacio de tiempo en que, o actuamos o se nos va de las manos. Ese período es entre el 2020 y el 2030. Eso pasa por hacer una tremenda renuncia de seguir usando el petróleo y el carbón como fuentes de energía barata. Vamos a tener que encarecer la forma de generar energía para nuestra existencia.
– ¿Cómo ve el futuro? ¿Muy negro?
– No lo veo negro, porque confío en la especie humana. Creo que ante el abismo somos capaces de echarnos un poco para atrás.
– ¿El mundo científico ha logrado traspasar el sentido de urgencia a la gente?
– Si lo que estaba pasando en Chile hasta el 18 de octubre era una señal, yo diría que la mayor parte de los científicos que estamos dedicados a temas de clima, biodiversidad y ecosistemas estábamos muy felices porque es increíble la conciencia ambiental que hay en Chile. Se nota en muchas cosas. Hasta antes del 18 de octubre, Santiago era una ciudad más o menos limpia. Hay una buena legislación de protección ambiental… buena hasta donde se puede y hasta donde alcanza la fiscalización, lo cual no evita que tengamos zonas de sacrificio. Pero en comparación con el resto de los países de América Latina, Chile estaba en una muy buena situación, y en particular me asombra que desde los cabros chicos hasta los universitarios son gente con más harta conciencia de la que yo jamás tuve.
Para Jaksic, actual académico de la Universidad Católica, el anuncio del gobierno de cerrar anticipadamente cuatro centrales a carbón, dos en Mejillones y dos en Ventanas, es una demostración de voluntad política. “¡Son cuatro centrales menos! Esos son actos concretos. Y ojo que Chile ha sido valiente y señero en ese sentido, cuando en la legislación eléctrica dijo que quería tener un 20 por ciento de la matriz en energías renovables al año 2025, y ocurre que llegamos al 20 por ciento antes del 2020. ¡Podemos! ¿Por qué no anticipamos, entonces, el cierre de las centrales a carbón? Hagámoslo”, dice.
Jaksic cuenta que su inclinación por la naturaleza nació casi por necesidad. En la Punta Arenas de los años 50, su mayor entretención era escuchar los mensajes que la gente, bastante incomunicada en esa época, se enviaba a través de la radio local: “Juan, te mando una encomienda, llega el martes”. Como los meses de frío pasaba encerrado en la casa, el niño Jaksic aprovechaba el verano para hacer excursiones y acampar con su hermano y con sus amigos, ir al campo, observar y recolectar cosas, salir a pescar y a cazar pájaros con hondas. De eso último, hoy se arrepiente.
A Jaksic le gustaba coleccionar. Juntaba estampillas, tapas de botellas, insectos, rocas y pequeñas botellitas de tragos, y después buscaba patrones para clasificarlas. Sin saberlo, estaba dando sus primeros pasos como científico.
A los 13 años se trasladó con su familia a Santiago, específicamente a La Florida, comuna que todavía era un lugar de pequeños campos, y su mundo cambió del cielo a la tierra. Probó frutas que nunca había visto –como los damascos, las ciruelas, la uva o la sandía- y pasaba encaramado arriba de los árboles frutales. En la zona central encontró una variedad desconocida para él de insectos, aves, mamíferos y reptiles. “Aunque no me creas, yo no conocía las ranas ni las lagartijas porque en Punta Arenas no habían, nomás. En La Florida, en la noche los sapos no nos dejaban dormir porque se pasaban toda la noche cantando. Por una parte era mágico poder dormir con las ventanas abiertas, pero con ellos era casi imposible cerrar los ojos”, dice.
A comienzos de los 70, Jaksic buscó una carrera para estudiar a los animales y la única que existía era Medicina Veterinaria. Como no se veía ayudando a parir a las vacas, dos años después se cambió a Licenciatura en Biología en la U. de Chile, porque quería aprender a hacer ciencia. “En esos años, la Facultad de Ciencias era muy elitista y reduccionista, muy centrada en la biología celular”, recuerda. El medioambiente no era tema y en ese contexto, Jaksic y un grupo de siete amigos que compartían sus inquietudes eran los bichos raros. Los hippies.
“Nos decían ‘los cortapalos’, los que queríamos andar por el bosque abrazando árboles. Nos trataban mal. De hecho, cuestionaban que lo que hacíamos fuera ciencia”, dice él, que en ese tiempo era reconocible por su pelo largo y anteojos tipo John Lennon. Escuchaba a Jimi Hendrix, Led Zeppelin y música sicodélica de la época y, dice, no se privó de nada, tampoco de las drogas. “Eso no lo desconozco. Yo experimenté todo lo que quise cuando joven. Probé de todo, excepto el homosexualismo”.
El golpe de Estado y el toque de queda le arruinaron la fiesta, pero a fines de esa década se ganó una beca y partió a California para realizar un doctorado en Zoología. “Llegué a allá y retomé rápidamente la fiesta. Estaba en mi salsa”, dice.
El movimiento ecologista en Estados Unidos ya había dado pasos importantes. En los 60 se realizaron protestas contra los ensayos nucleares y los derrames de petróleo, y la bióloga marina Rachel Carson había publicado el libro Primavera silenciosa, donde denunciaba que el uso de pesticidas estaba provocando enormes riesgos para la salud humana y terribles efectos para la flora y fauna. En California, Jaksic dice que se encontró con muchas cosas que lo sorprendieron. “Uno, la gente reciclaba la basura. Dos, eran tremendamente conscientes del agua, al punto de que era de mal gusto tirar la cadena del water cuando uno iba a hacer pipí; había que dejarlo ahí hasta que se juntaran varios y después tirar la cadena. Tres, se fijaban de dónde venía un producto. Por ejemplo, todo el mundo sabía que no había que comprar productos que tuvieran algún tipo de inversión en Sudáfrica porque ese país mantenía el apartheid. Ese tipo de cosas eran bien chocantes para mí, que venía de una dictadura en Chile”.
En California se enteró de que existía algo llamado estudios de impacto ambiental, y si una empresa pretendía levantar un proyecto debía, como requisito previo, evaluar sus efectos. “Yo veía a mis colegas zoólogos que les pagaban 100 dólares por día por ir a determinar qué especies de lagartijas existían en un área donde se iba a hacer algo. ¡100 dólares al día! Que una empresa por regulación del Estado fuera capaz de gastar esa plata por un proyecto de desarrollo para saber qué organismos había, lo encontraba increíble. Después fui entendiendo que una sociedad más rica tiene que hacerse cargo de todos los costos que involucra el usar el medioambiente”, explica.
Precisamente, Jaksic participó en la elaboración de la Ley de Bases del Medio Ambiente chilena, que se promulgó recién en 1994, y donde se estrenan los estudios de impacto ambiental en el país. “Hasta antes de esa norma, a las empresas no les interesaba el cuidado del medioambiente. Para nada”, dice.
– ¿Qué le parece la calidad del medioambiente en Chile?
– Nosotros tenemos el medioambiente que podemos pagar. Si queremos un medioambiente prístino, entonces nos saldría carísimo. Si no nos importa para nada, entonces hagámoslo pedazos y después de eso nos vamos a vivir a Marte. Por supuesto que yo estoy en un punto intermedio. No somos un país desarrollado, somos un país de menos de 30 mil dólares per cápita de PIB, no nos da para tener leyes que protejan tanto el ambiente (…) Lo que sí, yo quiero el mejor medioambiente para el desarrollo de mis hijos. El mío ya no importa mucho, yo ya estoy agotando mi elástico, a mí me fue bien en este planeta; quiero que también les vaya bien a los míos”.
La experiencia en California le sirvió a Jaksic para cambiar sus propios prejuicios sobre el movimiento ambientalista. “Yo me reía un poco de los verdes antiguos. Estoy hablando de los verdes de los años 60 y 70, del fundador de Codeff, (Godofredo) Stutzin. Pensaba que eran, cómo decirlo, abrazadores de árboles, que les gustaría estar abrazados a un árbol sacando energía del árbol, y qué sé yo. Curiosamente, es lo mismo que decían de mí después en la facultad. Yo no soy una persona espiritual, por lo que no me llegaba mucho ese mensaje. Sin embargo, esta gente logró poner en el debate el tema de la protección de nuestro ambiente. Después, el movimiento verde se fue haciendo cada vez más social”.
– ¿Se considera usted un ecologista?
– Yo soy proambiente en el sentido antropocéntrico: lo que debemos hacer es proteger el ambiente para que el ambiente nos siga protegiendo a nosotros. No estoy hablando de un altruismo, estoy hablando de una necesidad. Sin el ambiente que nos rodea estamos condenados a la muerte.
– ¿Ve a la población con una tendencia proambiente?
– Creo que hoy somos todos un poco más verdes. Ahora incluso el parrillero más degenerado estará pensando ‘chuta, ¿compro carne chilena o brasileña?’. Porque la brasileña es más barata, pero ellos queman el bosque tropical para hacer carne, o sea, en una de esas nos ponemos nacionalistas y no compramos más carne brasileña; acá en Chile no quemamos bosques para tener un bife. Hasta el parrillero puede hacer su contribución y lo digo porque yo soy parrillero. Yo genero CO2 con mi parrilla, esperando que con mis otras contribuciones, por ejemplo no tener auto, compense un poco eso.
– ¿Cree que hoy la ciencia y el activismo medioambiental van de la mano?
– No van de la mano, y de hecho, la ciencia va rezagada. El activista ambiental es aquel que percibe una amenaza al bienestar humano o de otra índole y sale a vocearlo a quien lo escuche y ojalá que lo capten los medios de prensa. Pero tienen una gracia: son como el canario de la mina, gente que se da cuenta muy rápidamente de que algo malo está ocurriendo. ¿A qué voy con esto? Los que primero se dieron cuenta de que algo malo estaba ocurriendo en el humedal de Valdivia con los cisnes de cuello negro fueron los locales, el grupo Acción por los Cisnes, y salieron a reclamar. Los científicos dijeron ‘no hay conteo de cisnes antes, no tenemos con qué comparar, no tenemos opinión’. Vamos rezagados a esas inquietudes ambientales. Pero también es cierto que eso ocurre porque tenemos que cumplir con los estándares del peso de la evidencia. El ambientalista no tiene por qué.
– ¿Chile perdió una oportunidad al no realizar la COP en el país?
– Sí, es lamentable, me da mucha pena, nos perdimos una tremenda oportunidad, pero hay que poner esto en contexto. ¿Es más importante la COP que la expresión del malestar social que hay en Chile? No. Pero ojo, distingamos lo urgente de lo importante. Lo importante es que el planeta sobreviva. ¿Es urgente eso? No, tenemos 10 años por delante. Primero resolvamos los problemas que tenemos acá. Lo importante va a seguir siendo el bienestar de las generaciones futuras de seres humanos, y lo urgente es gente que no tiene acceso a la salud, a la educación, etc.
– Con los informes sobre calentamiento global y la crisis climática, ¿cambia el sentido de urgencia de un ecólogo?
– Claro que cambia. Yo siento esa urgencia por lo que dejo de herencia a los míos y a la especie humana. ¿Quién de nosotros quiere que nuestros hijos vivan en un ambiente más empobrecido o más contaminado que éste?
Jaksic dice que la trayectoria de un científico es como una carrera de postas donde el investigador tiene cierto tiempo para hacer ciertas cosas. “Yo me las arreglé para mantenerme en la carrera hasta hace unos 10 años atrás. Ahí tomé una decisión”, dice. Lo que decidió hacer de ahí en adelante fue dedicarse a la administración para tratar de conseguir fondos de investigación “para que gente más creativa o más inteligente que yo pueda hacer lo que yo ya no puedo hacer, que es generar nuevo conocimiento”. Eso es lo que hace actualmente en su cargo de director del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad UC (Capes).
En esta etapa, a Jaksic también le gusta dedicar tiempo a la divulgación científica. Su fin es que los jóvenes y que la gente de su generación logren entender que todas las personas razonan científicamente: “Yo espero que cuando la gente reciba una información se pregunte ‘y bueno, ¿cuál es la evidencia?, ¿por qué pasan las cosas?, ¿por qué subió el dólar? Y que pensemos en la cadena de consecuencias”.
– ¿La ecología llenó sus expectativas respecto a su curiosidad científica y su quehacer?
– Completamente. Yo creo que no me la hubiera llenado ni la astrofísica más amplia del mundo. El sólo conocer cómo funciona este planeta da empleo a muchísima gente, y encontré una disciplina que abarca todas las disciplinas, porque sin seres humanos no hay nada, no hay literatura, no hay historia, no hay ciencia. ¿Por qué? Porque la ciencia, la literatura y la historia la hacemos nosotros, tenemos que existir nosotros como observadores para que exista el fenómeno que llamamos Tierra y naturaleza.
– ¿Llegó donde quería llegar?
– Sí. Y me pasé, también. No pensé que iba a llegar tan alto.
Un equipo de investigación de la Universidad de Minnesota desarrolló recientemente nuevos métodos que harán que sea mucho más rápido producir plantas editadas genéticamente. Esperan aliviar un cuello de botella de larga data en la edición de genes y, en el proceso, hacer que sea más fácil y rápido desarrollar y probar nuevas variedades de cultivos con dos nuevos enfoques descritos en un artículo publicado recientemente en Nature Biotechnology.
Los sociólogos llevaban tiempo afirmándolo: la memoria colectiva influye en los recuerdos personales. Investigadores de neurociencia acaban de corroborarlo por primera vez a través de técnicas de imagen cerebral.
La lección que se extrae es que no se puede realizar ninguna investigación sobre el funcionamiento de nuestros recuerdos sin tener en cuenta el contexto social y cultural en el que evolucionamos como individuos, explica el Instituto francés de Salud y de Investigación Medica (Inserm).
La memoria colectiva se constituye de símbolos, historias, narraciones e imágenes que participan en la construcción identitaria de una población.
Transmitida entre generaciones, puede evolucionar y enriquecerse, apunta Pierre Gagnepain, coautor de un estudio publicado el lunes en la revista Nature Human Behaviour. Tal es el caso del Holocausto o del relato de la Resistencia y de la colaboración, gracias a los trabajos de historiadores y a la cobertura mediática de grandes procesos.
Para establecer el vínculo entre las representaciones colectivas y la memoria individual, los investigadores analizaron primero la cobertura mediática de la Segunda Guerra Mundial a través de los archivos del Instituto Nacional francés del audiovisual (INA).
El objetivo: identificar las representaciones colectivas comúnmente asociadas a este periodo.
Analizaron 3.766 reportajes y documentales sobre esta guerra, difundidos en la televisión durante 30 años, entre 1980 y 2010, y lo plasmaron por escrito.
Con ayuda de un programa informático, los investigadores identificaron entre este material grupos de palabras utilizadas regularmente para hablar de grandes temas asociados a nuestra memoria común de la Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo el desembarco aliado en Normandía.
Después reclutaron a 24 voluntarios, de entre 22 y 39 años y que crecieron durante los 30 años analizados, para visitar el Memorial de Caen (Normandía, noroeste de Francia) y observar fotos.
El análisis de las palabras de los pie de foto (tren, sabotaje, maquis, bombardeos, etc.) sirvió para determinar si las fotos pertenecían a la misma temática de memoria colectiva.
Los voluntarios se sometieron después a resonancias magnéticas (IRM) durante los cuales tenían que recordar las imágenes que habían visto en el Memorial.
Los científicos se concentraron en la actividad del córtex prefrontal medio del cerebro, una región clave para los esquemas de la memoria.
El resultado: cuando las fotos se asociaban a la misma temática de memoria colectiva, estas tendían a despertar una actividad cerebral semejante en los voluntarios. Una señal de que la memoria colectiva moldea la individual.
“Gagnepain y sus colegas muestran que la organización de recuerdos en el cerebro refleja la estructura del discurso cultural compartido”, comentan dos especialistas estadounidenses de psicología, Matthew Siegelman y Christopher Baldassano, en la revista Nature.
“Un hallazgo intrigante del estudio es que la fuerza de esta alineación entre las representaciones neuronales y el patrón colectivo aumenta con la edad, con efectos más débiles observados en los participantes más jóvenes”, subrayan.
Los voluntarios más mayores, que estuvieron más expuestos a los relatos del periodo estudiado (1980-2010), eran los más influenciados por la memoria colectiva, explica a la agencia de noticias AFP Gagnepain.
Este último realizó el estudio con Francis Eustache (Inserm) y compañeros del programa Matrice de investigación sobre la memoria, dirigido por el historiador francés Denis Peschanski, del Centro Nacional de Investigación Científica.
Durante tres meses, estudiante de doctorado de Quintana Roo, Alfredo Yanez, investigó formaciones rocosas generadas por bacterias presentes en Laguna Bacalar.
Movido por la metodología usada para estudiar el ciclo del nitrógeno que utiliza la Dra. Verónica Molina en el Observatorio de Ecología Microbiana de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, el estudiante de doctorado del colegio de la Frontera Sur de México del estado de Quintana Roo, Alfredo Yanez, realizó una estancia de tres meses en la Universidad de Playa Ancha (UPLA).
El especialista del centro público mexicano de investigación, dependiente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, ECOSUR, trabaja en un proyecto en laguna Bacalar -sitio con «arrecifes bacterianos» o microbialitos más importante del mundo-, el cual es codirigido por el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La iniciativa investiga el comportamiento de los microbialitos frente a la presencia de especies reactivas de nitrógeno en la laguna, a causa de la acción contaminante del hombre.
Los microbialitos son formaciones rocosas creadas por la actividad de comunidades bacterianas que viven en el fondo de un cuerpo de agua, al interactuar con el ambiente. Como dice Yanez, son «rocas con vida» a las que por su capacidad metabólica para liberar oxígeno se las responsabiliza de la formación de la capa de ozono, y la posterior aparición de la vida en el planeta, hace 3 mil 500 millones de años. De allí su importancia histórica, ecológica y evolutiva.
Dada la intensificación de la actividad turística en laguna Bacalar, ésta se ha visto afectada por contaminantes como nitratos, nitritos y amonio, lo que ha influido negativamente en la diversidad ecológica del lugar.
«Las comunidades bacterianas son unos de los principales indicadores de los procesos que se realizan en su entorno. Es decir, cuando cambia la calidad del agua las comunidades bacterianas responden frente a ello. A través de las técnicas de secuenciación masiva que hacemos, podemos encontrar la lista de bacterias que conforman estos microbialitos. Y comienzan a aparecer bacterias que no son tan comunes para los microbialitos que se han reportado en México y en el mundo. Comienzan a aparecer bacterias oportunistas asociadas a las infecciones del hombre», explicó el investigador y magíster Alfredo Yanez.
El científico trajo el ADN ambiental de las muestras extraídas en la laguna mexicana para estudiarlas en el laboratorio de microbiología de la UPLA, y medir enzimas específicas del ciclo del nitrógeno. Esta información es relevante para identificar de qué manera estos microorganismos, que son la evidencia más antigua de vida sobre la Tierra, sobreviven y responden a las amenazas del entorno.
«El laboratorio de Verónica Molina, que es una de las expertas del ciclo del nitrógeno –dijo el investigador- tiene una serie de baterías metodológicas que nos permiten asociar con su trabajo estos escenarios para decir cómo se están comportando nuestras comunidades (bacterianas) en un escenario donde hay poco y en otras muchas especies reactivas de nitrógeno», agregó.
En la UPLA accedió también al equipo lector multimodal Cytation5, Biotek, capaz de realizar múltiples experimentos de una sola vez, que van desde observaciones microscópicas a cuantificaciones de componentes, en ensayos que arrojan imágenes y datos numéricos, en un solo experimento.
En Chile, Yanez tuvo además la oportunidad de tomar muestras de microbialitos en zonas extremas y realizar mediciones en Salar de Huasco, así como en Lago Sarmiento y Laguna Amarga ubicados en Torres del Paine, y en el Parque de los Estromatolitos en Porvenir, lugares australes en los que trabajó con el Instituto Antártico Chileno en el marco del proyecto de cooperación internacional del que es parte, denominado «Impactos de la diversidad microbiana de ecosistemas polares frente al cambio ambiental».
El anuncio hecho por el gobierno de esta nueva forma de obtener los medicamentos para las personas, sin la necesidad de un intermediario, podría tener cambios significativos en el bolsillo de los chilenos.
Los hallazgos reportados en The American Journal of Pathology sugieren que la dofetilida puede contrarrestar los cambios patológicos en los canales de potasio asociados con la hipertensión arterial pulmonar en humanos y ratas.